MALDAD PURA
Son las 17:00hs del 31 de octubre, Ariel Casioni, un bandolero de pocas pulgas, que en algún momento de su vida, trabajó como sicario para algunos bandos, en esta ocasión acaba de cometer un robo en, una sucursal del Banco Nación, más precisamente la de Santa Fe, él y su banda, compuesta por 4 ex-convictos, Horacio Dalma, Oscar Risco, Juan Zevac y Sebastian Presto, que según él, eran de confiar. Una vez cometido el atraco, se dirigen a su guarida, donde se decidirá que hacer con el botín. Después de cometer 12 asaltos, donde se recaudó 60 millones de pesos, junto a 23 millones de dólares y haber tenido la suerte de esquivar a las autoridades en todas esas ocasiones. Podría decirse que Ariel y su banda tienen mucha suerte, pero el destino les tenía a todos preparado una jugada en la que la suerte juega sus últimas fichas.
—Bueno muchachos—Les dice el jefe, mientras se sirve un trago de whisky―, ya estamos en casa, ahora a discutir que hacer con el botín, recuerden que por un tiempo lo tendremos que dejar donde este seguro, no debemos tocarlo, para no levantar sospechas ¿entendieron?
―Deberíamos dividirlos en partes iguales —Le susurra Oscar, viéndolo a los ojos—.y después enterrarlo, dejar pasar un tiempo y volver por él y llevárnoslo ¿Qué te parece?
—Yo pienso que deberíamos dividirlo—Grita desde el baño Sebastián, mientras hace algo más que sus necesidades, ya que cuando salió su nariz muestra rastros de polvo blanco—, que cada uno se lleve su parte y después sí, separarnos por un buen tiempo, que mierda.
—No les hagas caso—opina Juan, al parecer el más inocente de todos—, mejor sería, sacar pequeños montos y depositarlos en algunos bancos, para así tener algún respaldo económico, nos servirán cuando salgamos de la cárcel, en caso de que nos atrapen ¿Qué les parece mi idea?
—Tu idea me enferma—Le contesta Horacio, mientras calcula lo robado en esta ocasión—, es la más estúpida de todas, mejor cerrá el culo y no digas más nada ¿ok?
Cada uno de ellos tiene sus cualidades y personalidades marcadas, por ende cada uno cuida de sí mismo para quedarse con el dinero mal ganado y seguír o no como una seudo sociedad. Luego de escucharlos, el jefe se toma el resto del líquido de su vaso y se dirige a su cuarto a descansar un rato.
Después de 1 1/2 hora de descanso, el jefe se dispone a reunir a la tropa y a comentar la decisión tomada.
—Muchachos—Les dice tomando otro vaso con whisky—, decidí hacer un pozo en el sótano y guardarlo todo junto. Tengamos un plano de donde está y separarnos por un tiempo, hasta que la cosa se enfríe ¿entendieron?, creo que es lo mejor para todos.
Los muchachos, luego de escuchar esa propuesta, demuestran nerviosismo. Reclaman diciendo que en ese momento, ninguno de ellos cuenta con algún dinero, ni siquiera para alquilar el peor hotel de cualquier pueblucho. Al oírlos, el jefe se sienta junto a Oscar, quien, con los años de conocerse, se volvió su mano derecha.
—Ariel—Le dice Oscar—, los muchachos algo de razón tienen. Podríamos sacar algunos billetes y darles. Trabajaron mucho y nunca te cuestionaron nada.
— Es cierto — responde el jefe— entonces debemos mover el dinero.
— Necesitamos vehículo— responde Oscar — y buscar un lugar donde ubicarlo.
—Necesitamos una camioneta, si queremos sacar el dinero y llevarlo hasta la frontera con Uruguay—Respondió el jefe—, me dijeron que ese país, es un paraíso fiscal latinoamericano.
— ¡Está bien chicos, vamos a sacar una cantidad suficiente para que nos podamos mover, el resto queda enterrado ¿contentos?!—Les grita — ¡necesitamos conseguir una camioneta para transportar lo que sacamos, así es que vamos al centro y vemos si encontramos alguna!
Una vez que todos los integrantes de la banda aceptaron la propuesta de su líder. Suben al auto, un Falcon modelo 70, color gris plomo, si bien es amplio por dentro, 3 hombres corpulentos en el asiento trasero lo hace parecer un fitito.
Una vez en el pueblo, se estacionaron frente a una gomería, esperando ver algún incauto que condujera un vehículo que ellos necesitan.
—Que quilombo de gente—Comentaba Oscar—, con eso de noche de brujas y los pendejos que andan disfrazados.
Mientras esperan. Observan por el parabrisas como cruza un grupo de chicos con sus canastos de golosinas.
—La verdad no se para que hacemos todo esto—termina diciendo Ariel, viendo el mismo panorama—, si ni siquiera es una tradición nuestra, la verdad cada nos comportamos más boludos.
—Jefe—Interrumpe Sebastián, quien está en el medio, del asiento trasero— ¿no ve ninguna camioneta?, estamos como sardinas acá.
Luego de aguantar en el auto durante una hora. Ven llegar una camioneta, por como le clavaron los ojos, debe ser la que estaban esperando, es de color negra, según una indicación de fábrica que brilla como plata cerca del parachoques trasero, es 4x4. Completamente equipada y hasta tiene vidrios polarizados. Se estaciono en la mano de enfrente a ellos. Vieron que de ella baja un señor muy bien arreglado quien abre la puerta trasera y del vehículo bajan 3 niños disfrazados, les habló por un momento y después los pequeños se dirigieron hacia el fondo de una casa, el hombre sube a su camioneta y se pone a hablar por celular muy distraídamente.
—Ese es el vehículo que necesitamos chicos—Les dice el jefe—, esa belleza nos va a ser muy útil, además es negra, mi color preferido.
—Bien—les termina diciendo Oscar—, ahora pónganse las mascaras y vamos.
Se acercan muy despacio hacia la camioneta, cuando están a una distancia considerable. Sacan sus armas.
—Buenas noches señor—Le dice Oscar al dueño de la camioneta— ¿sería tan amable de prestarnos, perdón, de darnos su camioneta?,
Sin darle tiempo a que responda lo apunta con su arma y lo obligan a abrirles las puertas para así poder abordarla.
En ese momento el dueño amaga con llamar por celular, pero Sebastián es más rápido y lo golpea en la nuca. Cayendo este inconsciente, con la cabeza en el asiento del acompañante.
Viajando de regreso a la guarida, los mal vivientes, esta vez un poco más cómodos en su nuevo vehículo. Fantasean con lujos y gastos que harían con el dinero una vez en su poder.
—Che Sebastián—Le pregunta Juan tocándole el hombro—, ¿por qué no le disparaste al tipo, en cuanto se quiso hacer el guapo?
— Por que atraería a la gente—Le responde sin quitar la vista del camino—, creí que sería mas prudente para todos pegarle.
—Menos mal que el baúl es grande—Agregó Horacio—, entró casi sin tener que flexionarlo mucho.
Unos cuantos kilómetros antes de llegar a destino. Empezaron a escuchar golpes que provenían del baúl, al parecer el golpe que le propinaron, duro muy poco.
—Oigan, ¡¡saquéenme de acá, por favoooorrrr!!!—grita la infortunada víctima, a la vez que patalea, rasguña y golpea el lugar de su encierro.
Siguió gritando hasta que el auto se detuvo, Horacio con gesto furioso. Abre el baúl.
—Dale, salí de ahí boludo—Le dice Horacio mientras lo arranca del auto. Luego de ponerle una capucha de pana en la cabeza—, si fuera por mí te mataría ahora mismo, pero el jefe quiere algo con vos.
El hombre no entendía nada, solo quiere irse y para colmo todo se volvió oscuro por la bolsa, en ese momento supo que su suerte está echada, porque es evidente que no lo dejaran libre por más que suplique y llore.
—Siéntenlo—Les dice el jefe y todos obedecieron—. y saquéense las mascaras.
—debo decirte que no era nuestra intención traerte—le dice el jefe al hombre—, pero al intentar llamar vaya a saber a quien, vos mismo te ofreciste a venir con nosotros y como no nos vistes las caras, solo te vamos a dejar encerrado encapuchado y maniatado en esta silla hasta que nos vayamos, o sea mañana a la mañana ¿me estas escuchando?
—Por favor, no me hagan daño, señor—Le suplica el hombre, lloroso y con la voz quebrada—, solo quiero ir a recoger a mis hijos. Necesito ir a buscarlos antes de la medianoche, por favor déjenme ir. Prometo no decir nada a nadie acerca de lo sucedido, por favor, por favorrrr…
—Lo siento chico, todo va a terminar a la mañana temprano, ni un minuto antes—Le termina de decir Horacio, quien una vez cerca, se pone a observar los anillos, sobre todo el del dedo anular. Es un anillo sellador con dos iniciales L.F.
—Lindos anillos, amigo— Comenta Horacio relamiéndose, pensando en quedarse con todos—, sobre todo el grande con las iniciales, igual que las cadenas y el reloj ¿acaso es un Rolex?
—Si es un Rolex—Le responde el desconocido—, me lo obsequió un banquero a cambio de un favor que le hice, por favor, libérenme.
—Déjenlo muchachos, nos vamos a turnar para vigilarlo, hay que preparar todo para irnos—Les termina diciendo el jefe y todos se marcharon, dejando al desconocido, sollozando en la habitación con una sola ventana.
—Jefe son casi las 23:00hs—Dice Juan al mismo tiempo que se encamina hasta la habitación—, voy a ver como esta nuestro invitado.
Al entrar, el hombre quien estaba cabizbajo, levanta la cabeza y la mueve siguiendo cada movimiento de Juan, es como si lo viera a través de la capucha.
—Hola Juan—Le dice el extraño—, ¿venís a ver si necesito algo?
— ¿Cómo me llamaste? —Le responde en voz alta—, acaso ¿crees que me conoces?
—Solo creí que venias a ofrecerme algo—le responde el encapuchado— y te digo que si, necesito que me saques de acá.
—No vuelvas a hablarme así por que te voy a volar la tapa de los sesos—Le dice amenazante Juan, completamente nervioso—. ¿Me entendiste?
—Todos sabemos que Ariel se quiere quedar con todo—Le habla el extraño como si lo conociera de años—, no les va a dar ni un mango y menos a vos que te tiene como el más boludo de todos.
Ese comentario fue la gota que rebalso el vaso. Casi sin control de sus actos, Juan comienza a golpear al sujeto con el arma y éste al recibir semejante ataque por parte de uno de sus captores, comienza a gritar.
—¡¡¡Auxilio!!!—Grita desesperado el cautivo—, ¡¡¡este idiota me quiere matar, auxiliooooo!!!
—Basta, dejalo. . . . Te dije que lo dejes. . . . .Bastaaaaa—Le dice Sebastián agarrando a Juan de la ropa y arrojándolo al suelo.
—Ese hijo de puta me conoce— grita desesperado, al mismo tiempo que le apunta al extraño, enteramente desquiciado—, no sé de dónde, pero me conoce, la puta madre, debimos matarlo en cuanto pudimos.
Sebastián, al ver a su compañero en ese estado, se le acerca, lo calma y lo saca de ese lugar llevándolo ante su jefe y Oscar que estaban en ese momento cargando algunas bolsas en la camioneta.
—Jefe, ese hijo de puta me conoce—Le gritó ladrando Juan a su jefe y este lo vió con dudas—, jefe, no se como ni de donde, pero me conoce
—Horacio vigilá al sujeto, mientras Oscar y yo hablamos con Juan. Sebastián, seguí cargando la camioneta—Respondió el jefe sin mirar en lo mas mínimo a Juan, los demás como era costumbre hicieron los que les ordeno sin titubear.
—Juan, prestame atención—le dice susurrándole el jefe cara a cara apretando los dientes— ¿Qué fue lo que te dijo el sujeto que te alteró tanto? Decime.
—Me llamó por mi nombre, jefe—Le responde el súbdito, transpirando de nervios.
—Y por semejante boludes, ¿armaste semejante quilombo? —Le dice Ariel agarrándolo de la solapa de su camisa, que por entonces ya estaba demasiado arrugada y casi rota—, no te digo que sos el más boludo de todos, ¿no se te ocurrió pensar, que la pudo pegar de casualidad?
Mientras Ariel y Oscar tratan de calmar a Juan. Horacio está entrando a la habitación donde el desconocido, yace sentado sin emitir sonido alguno.
—No puedo creer que este pedazo de basura conozca a Juan, —Piensa Horacio mientras enciende un cigarro— para mí es una puta casualidad.
— Creelo Horacio—Le dice el desconocido—, Juan no es ningún trigo límpio y como le dije a él, Ariel no le va a dar ni un mango y a vos tampoco.
—No se de que carajo estas hablando, pedazo de basura—Le responde Horacio, a la vez que larga grandes bocanadas de humo al techo.
—Te conozco—le dijo el extraño, sin levantar la cabeza—, se que mataste a tu madre por unos pesos, solo para comprarte un puñado de hierva ¿te acordás de eso? Es por eso que estuviste en prisión.
—La puta m. . . .— Dice Horacio, pero es interrumpido por el extraño.
—Dejá de putear ¿ok? —agrega el extraño—, eso no te va a llevar a nada. Dejame salír de acá antes de las 12 de la noche.
Sin responderle, salió del cuarto completamente intrigado.
—Jefe, Juan tenía razón—Le dice Horacio a Ariel—, el tipo al parecer nos conoce, me dijo algo que solo le conté a ustedes y mencionó el dinero.
Al oír eso, Ariel y Oscar van a charlar con el desconocido. Entran a la habitación y cierran la puerta, los demás se quedan cerca de la puerta. Escuchan lo que se discute dentro.
— Voy a ser directo—Le dice el jefe al desconocido, luego de sentarse enfrente a él— y me gustaría que vos también lo seas ¿está bien?
— Está bien.
— ¿De dónde conoces a los muchachos? —Le increpa el jefe ya con la paciencia a su límite— Y no me vengas con boludeces, no nos cuesta nada matarte y tirarte a la zanja
—Soy yo el que debería preguntar algo—le responde el extraño al jefe—, como por ejemplo, si ya tienen la camioneta, para llevar el dinero, ¿para que mierda me quieren acá?
Al escuchar al desconocido, se acerco a responderle lo dicho pero en vez de eso, lo miró y luego lo miró a Oscar y éste, que en ese momento estaba mirando por la ventana, dejó de hacerlo y se acercó también al desconocido junto con Ariel.
— ¿Quién te dijo que necesitábamos la camioneta para el dinero?—Le dice el jefe con la mirada cómplice de Oscar.
En ese momento por un gesto de su jefe, Oscar desata al desconocido, lo saca de la silla y lo arroja contra la pared. Busca entre sus ropas algún tipo de dispositivo, ya que no habría otra manera, según el jefe, de que el extraño supiera acerca del dinero y demás cosas. Al no encontrarle nada y debido a la impotencia, empezaron a golpearlo al mismo tiempo que le preguntan una y otra vez quien era y de donde conocía los detalles, el desconocido sigue insistiendo en que no sabe nada, pero esa respuesta no los conforma, así es que siguen golpeándolo, por al menos 20 minutos o hasta que los nudillos de ambos, empezaron a sangrár.
—Espero que con esto, se te refresque la memoria—le dice el jefe de la banda, mientras limpia sus nudillos con un pañuelo—, nos vamos, pero volvemos en 10 minutos y esperemos que nos digas la verdad, de lo contrario, sos cadáver.
—Levántenlo—Les ordena Oscar a los que estaban pegados a la puerta—, pónganlo en la silla y atenlo de nuevo.
Mientras Sebastián levanta al desconocido, se oye la voz del jefe llamando a Juan y a Horacio.
—Enseguida vamos jefe—le responde Horacio y junto a Juan salen ambos de la habitación. Dejando a Sebastián solo ayudando a ponerse de pie, al extraño.
Ya en la cochera, Horacio y Juan ven como su jefe sube las bolsas a la camioneta.
—Acá estamos jefe—Le dice Juan al jefe—. ¿Necesita ayuda con las bolsas?
— ¿de que estás hablando? —le responde el jefe a la vez que seca su sudor con la mano derecha—, yo no los llamé para nada… y ¿donde está Sebastián?
— se quedo con. . . .—no termina de responder, cuando un grito desgarrador lo interrumpe.
—¡¡¡aaaaaaggghhhh!!!
El alarido retumba en toda la casa. Provino de la habitación donde está el extraño.
Todos corren hacia la habitación y al entrar lo que encuentran no tiene nombre. Sebastián está crucificado en la pared frente a la puerta cabeza abajo, su cuerpo está completamente libre de piel. Sus entrañas salidas de su cuerpo llegan al suelo. Y para completar tal cuadro de morbosidad, fue decapitado y su cabeza con la marca del anillo en la frente. Descansa en la silla donde
estaba sentado el extraño.
estaba sentado el extraño.
—Dios mío—Dice Horacio, al tiempo que se persigna una y otra vez.
—La puta madre… ¡atrapen al hijo de puta!, —Les ladra el jefe — lo quiero muerto ¿me escucharon? Lo quiero bien muerto.
Sus súbditos quienes, sin pensarlo mucho agarran sus armas y cada uno de ellos se dirige a un sector de la casa.
Horacio se va a la cocina, un ambiente amplio, con una mesada de mármol muy pulcra. Revisa la alacena, aunque más que buscar al asesino de su amigo, se dedica a buscar un aperitivo. Abre la heladera. Saca un poco de helado, y en el momento en que cierra la puerta, el extraño, se encuentra detrás de él.
—Hola Horacio—le dice.
— Jef. . . .—solo atina a decir, ya que el extraño le aprieta la garganta. Al sentirlo, Horacio abre la boca, situación que aprovecha su atacante para arrancarle la lengua y los ojos.
Mientras tanto, Juan. Atemorizado después de ver el cuerpo de su amigo en la pared. Revisa otro lugar de la casa, es una habitación amplia. Decorada con un tapiz de color verde musgo, al ser un cuarto que no uso con frecuencia, en un momento se quemó la lámpara del techo y nunca fue cambiada, eso le da un tinte más tétrico al lugar.
—Mierda, por que me tocó esta habitación—Susurra, mientras entra con la linterna en la mano—, hace un frío de locos acá.
En cuanto cruza la entrada a la habitación, la puerta se cierra detrás de él, haciendo que voltee a mirar casi como por reflejo. Se acerca. Intenta abrirla. Sacude el picaporte y la golpea con los dos puños, a la vez que pide ayuda, pero todo su esfuerzo es en vano. Cansado deja de hacerlo y en ese momento, escucha una voz.
—Hola Juan—escucha que le dicen desde algún punto del cuarto cubierto por una completa oscuridad.
Trata de encontrar el origen de la voz con la linterna, pero la oscuridad era tal, que la luz se pierde.
— ¿qui. . .quien. . .quien anda ahí?—pregunta con voz temblorosa.
—jajajajajaja—se escucha y unos ojos rojos brillan en el centro de la habitación.
—aaaaaaggghhhh—Se oye y el sonido retumba en cada rincón.
Los demás al oírlo corren para socorrer a su compañero pero como en el primer caso, llegan tarde, lo encuentran, previo derribo de la puerta, muerto y con el cuerpo mordisqueado por todos lados, incluso faltan pedazos de carne en las piernas y cuello. Tiene la frente marcada con el anillo, hay partes de su carne por toda la habitación, le faltan todos los dedos, tanto de las manos, como de los pies, la sangre esta salpicada en casi todas las paredes. Es algo de otro mundo.
—maldito hijo de pu. . . .—dice Oscar, pero sus ansias de vomitar fueron más fuertes y lo hizo sobre los zapatos de su jefe.
—A la mierda con ese hijo de puta—Dice Oscar, agarrando los bolsos con el dinero—, vámonos de acá Ariel, si nos quedamos, somos los siguientes.
—Si te queres ir, andate cagón—le responde Ariel a la vez que preparaba sus dos pistolas automáticas—, yo me quedo, lo liquido y me largo sabiendo que no quedan cabos sueltos.
Mientras Ariel se interna en el sótano en busca del extraño. Oscar se dirige a la cochera donde esta la camioneta, una vez allí la carga y se sorprende al ver a Ariel detrás de él alcanzándole una de las bolsas.
—Hola Oscar—Dice Ariel, pero su voz no era la de su jefe.
—Vos no sos mi jefe, hijo de puta—Le responde Oscar, al mismo tiempo que saca su arma y le dispara 5 veces en el pecho, matándolo y tirándolo al suelo, al verlo caer, Oscar lo deja y sigue cargando la camioneta con las últimas bolsas..
Una vez cargada la camioneta. Oscar se percata que el cuerpo de quien dijo no era su jefe no se encuentra donde había caído, por un segundo no le da importancia, pero cuando sube al vehículo, ve que el extraño, ya con el cuerpo del inocente secuestrado, esta sentado al volante.
— Bajate de ahí… seas lo que seas—Le dice apuntándole con el arma.
En ese momento, el extraño lo mira y su rostro cambia, sus ojos se ponen rojos, su boca se transforma en unas fauces con dientes filosos, y de sus dedos brotan unas negras, puntiagudas y largas uñas. Se baja de la camioneta y de un salto cae sobre Oscar aforrándose con sus dientes de la garganta de este que al verlo se queda petrificado, ni siquiera puede gritar, ya que la bestia le tapa la boca mientras lo devora prácticamente vivo.
Ajeno a lo que sucede en la cochera. Ariel sigue buscando al extraño. Revisa cada rincón del sótano, con cada minuto que pasa y sin resultado positivo crece su ira y su frustración.
—¡¡¡Muchachos!!! —Grita desde el lugar más solitario de la casa—. ¡¡¡Oscar, Sebastián, Juan, Horacio ¿Dónde mierda están?!!!
—Hola Ariel—le dice el extraño.
Ariel se queda tieso del miedo, el extraño avanza hacia él y mientras lo hace cambia de forma. En el primer cambió toma la forma de Sebastián, luego de Juan, después se parece a Horacio, cambia una vez más y toma la forma de Oscar y por último de una criatura mitad humano y mitad carnero, su piel se tornó completamente roja, la cabeza ostenta dos cuernos enrollados y en vez de pies tiene pezuñas negras, se le acerca. Lo agarra del cuello y con la otra mano perfora el pecho de Ariel pecho y entre gritos de terror y suplicaciones que no tenían efecto alguno, le saca el corazón, lo sostuvo unos segundos entre sus dedos pudiendo observar sus últimos latidos agonizantes. Luego arroja el cuerpo contra unas cajas.
La criatura. Sosteniendo felizmente su trofeo. Cambió una vez más de forma. Adquiriendo la del padre de familia que fue sorprendido por los malhechores. Mira su reloj, las 23:58. Sube a su camioneta y parte. Llega al lugar donde había dejado a los niños, los llama y cuando ellos llegan, les da un beso a cada uno y agrega en la canasta de cada uno, lo que obtuvo de sus captores. En una puso la piel, en otra los ojos y la lengua y en la tercera los dedos. Para si mismo se guardo el corazón, que seguro algún uso le va a dar.
Nunca te metas con gente extraña, no sabes que te puede llegar a pasar. . .
Me gustó mucho, vos me mandaste un cuento anterior, lo voy a buscar porq ue quería hacerte un comentario sobre él (es el del espantapájaros)
ResponderEliminarUn abrazo
desde TW @animartino
Está buena la historia, se puede seguir y te lleva a querer saber qué pasa, tendrías que pulir un poco la redacción para que tenga forma de cuento, algunos fragmentos se leen más como indicaciones en un guión, no es que esté mal, pero si le buscás la vuelta a ese detalle vas a sumergir más al lector en el relato. Se me ocurre que en lugar de describir algunas situaciones desde como suceden podrías hacerlo desde como las vivencian los personajes para meter más en la piel de estos a los lectores. Otro detalle son los signos de puntuación, el uso correcto de los mismos es muy importante porque puede cambiarle el sentido a una frase o dificultar la comprensión y desvía la atención de quien lee. La estructura y la idea muy buenas.
ResponderEliminarSeguí escribiendo
Tu cuento es muy bueno, mantiene al lector interesado desde el inicio hasta el final. Pero, ojo, haces uso de puntos de forma incorrecta, cuando en realidad deberían ser comas; me distrajo en más de una ocasión.
ResponderEliminarOtro factor, ten cuidado con los modismos o el lenguaje coloquial, no todo el mundo entiende algunas palabras que son propias de un país determinado. Procura usar términos que pueda comprender el lector general con facilidad.
Volviendo a la historia en sí, es terrorífica, digna del Halloween. Le diste un giro repentino a la víctima, que no llegué a imaginar de lo que sería capaz hasta casi al final. Pobres sujetos, se metieron nada más y nada menos, que con el mismísimo diablo.
Buen relato. Púlelo un poco para que sea excelente.
Un saludo desde Venezuela.
Viendo mi comentario, me doy cuenta que los "puntos" son las comas. Ten cuidado con el tipo de letra que usas porque se presta a confusión.
ResponderEliminar:)