sábado, 27 de agosto de 2011

LA COSA-EL MITO DEL HOMBRE LOBO

BUENAS TARDES GENTE, SIGO SUBIENDO CUENTOS HECHOS POR MI. EN ESTA OCASION, LES TRAIGO LA HISTORIA DE PEDRO, UN MUCHACHO QUE DESCUBRE DE MALA MANERA, QUE LOS HOMBRES LOBOS EXISTEN. BUENO, ESPERO LES GUSTE Y COMO SIEMPRE DEJEN ALGUN COMENTARIO.

   
    —Desde hace varios meses, en nuestra ciudad, hay algo que está matando chicos, las autoridades no tienen pistas—Pienso, mientras miro desde la ventana de mi cuarto el patio donde se encuentra Lucho, mi perro, un ovejero alemán, de más de 12 años— en cada lugar donde se cometió un crimen no encuentran pistas concretas para atrapar al culpable y sinceramente me preocupa que va a pasar mañana, ya que mi hermanito tiene la misma edad de los que ya no están, pero juro por mi vida que voy a evitar que él sufra la misma suerte
    —Pedro… —Me llama mi madre mientras se dirige al baño, con un toallón más grande que ella— ¿podes ver como está tu hermano?, me voy a bañar.
    —Si MA, ya voy—Le respondo con gesto de enfado— pero seguro va a estar chupándose los dedos de los pies, como es costumbre
E ese momento recuerdo lo pensado frente a la ventana y mi gesto cambio rotundamente al de resignado.
    Cuando llego a su habitación veo desde la puerta que estaba haciendo exactamente eso. Tratando de agarrar su pie izquierdo, para después chuparce el dedo gordo. En cuanto entro me mira y empieza a reírse, como si en mi cara tuviera payasos, saltando y cantando.
    — ¿De que te reís pendejo? —le dije mirándolo con cara muy sería— acaso ¿tengo monos en la cara?
    — ! Ma llegué ¡—Escucho decir a mi hermano Damián.
    — Mamá se esta bañando Damián—Le grito desde donde me encontraba.
    Luego de creer que todo seguiría calmo, agarro el sonajero para mostrárselo a bebe. Escucho que sube a los saltos por las escaleras Damián. Me saluda como de costumbre, un golpe en la nuca, situación que hace reír a carcajadas limpias al bebe.
    — ¿Como andan chicos?—Pregunta despreocupado por lo que me acababa de hacer.
   — Yo bien—Le dije, mirándolo fijamente— y Lucas está justo para que le cambien el pañal.
    Damian me mira, amaga a decir algo, pero solo se dignó a mirar su reloj y dando media vuelta sin decir una sola palabra se retira.
    — Que lástima, solo vine a cambiarme de ropa— dice, mientras bajaba las escaleras— después me voy a una práctica. Tenemos partido el lunes, así es que cubrime por esta vez Pedrito
    — ¡Ma! —Le grito mientras trataba de cambiarle el pañal a Lucas— ¿Papá donde está?
        — ¡Cierto! —Le respondo, tomando el pañal bastante cargado con dos dedos— es que me había acostumbrado a que trabaje de mañana.
    —Pedro ¿Cuántas veces tengo que decirte? —Me respondió mientras secaba su cabello con el secador— desde que llegamos de ese viaje al interior, tu padre ahora trabaja de noche ¿te acordás?
    Se me hace difícil adaptarme al nuevo horario de mi viejo, siempre nos quedábamos por la tarde tomando una gaseosa. Sentados en la parte de atrás de la casa, ahora ya ni viene a dormir, claro, por el horario nocturno, lo se, pero eso también es raro, por que hace unos años, le propusieron trabajar de noche en la fabrica y la rechazo rotundamente. El decía que la noche se hizo para descansar. Después decidimos ir de vacaciones y fuimos a visitar a mis abuelos en el interior. Debo reconocer que cuando volvimos lo note algo cambiado, ya sea de actitudes como en hábitos, no solo aceptó el trabajo de noche, sino que los sábados o domingos, se la pasa durmiendo casi todo el día. Esta última parte si que es rara.
    —Hola mi bebe—Le dice con voz aguda, mi vieja, como hacen todas las mujeres cuando ven un retoño de la edad de Lucas o más chico.— acá está mami, veo que tu hermano te cambió el pañal.
    — Se portó bien Ma, además no se separaron mucho tiempo, solo te fuiste a bañar—Le digo con un tono a reproche, actitud que enseguida se dio cuenta mi vieja.
    —Parece que alguien está celoso ¿o miento?—Me dice dándome un beso en la mejilla.
    En realidad tenía razón. Cada tanto, cuando la veo como juega con Lucas, me vienen a la mente los recuerdos de cuando yo recibía esos mimos, pero debo entender que todo pasa y ahora le toca a él recibirlas.
    El resto del día lo pasé jugando con Lucas y después comencé a hacer mi tarea, no era mucha, pero según dichos de mi madre, si uno quiere llegar a ser alguien en la vida, el primer paso es cumplir con el colegio. Al caer la noche todo seguía tranquilo. Una vez terminada mi tarea, me acuesto. Al rato se escuchan ruidos en la cocina. Es mi hermano Damián y como siempre pasa por la heladera a picar algo. Miro la hora, las 2 de la mañana. Sube las escaleras. Abre la puerta de la habitación muy lentamente y sin siquiera sacarse las zapatillas, se tira en su cama, que para mi mala suerte está al lado de la mía, aclaro esto por que en cuanto se acuesta, empieza a roncar de tal manera, parecía que todo se vendría abajo en cualquier momento. Después de un rato el sonido que hace Damián más el sueño me tira a dormir. No se cuando tiempo había pasado. De repente, un aullido me despierta   
— ¿Que miércoles fue eso?—susurro a la vez que como si tuviera un resorte en la espalda, me siento en la cama quedándome en esa posición mirando la ventana.
    Con un miedo pocas veces manifestado, me levanto de la cama como esperando algo.
    —Damián, hey, Damián, ¿podes dejar de roncar un momento? —Le susurro parado al lado de su cama— ¿¿escuchaste eso??
    — Hmmm… ¿que pasa?, dejame de joder ¿queres? —Me dice dándose vuelta, quedando a espaldas mía— anda a acostarte
    Dejando a mi hermano y sus ronquidos. Decido asomarme a la ventana y observo a lucho, mi perro, parado en el medio del jardín con lo pelos del lomo erizados y mirando más allá del portón, donde hay muchos árboles. Miro hacía allá y podría decir que veo algo, algo grande, tiene la silueta de un hombre, pero hay algo raro en esa figura: las piernas son muy largas, trato de observarla con más detalles, pero los movimientos de la figura son de tal manera, que por un momento me da la impresión que primero estaba en dos patas, luego en cuatro patas y en esa posición sale corriendo.
    — ¿Qué carajo era eso?—solo eso atino a susurrar.
    Me doy vuelta, me siento en mi cama y así esperare a que amanezca, con los ojos bien abiertos, fijos en la ventana.
    A la mañana siguiente, bien temprano, mi vieja nos llama a desayunar. Al primer llamado Damián, se levanta y corriendo se mete en el baño. Supongo que a bañarse, lo que el no sabe es que el olor a pies y demás partes de su cuerpo, quedan impregnadas en las sabanas. Aroma que enseguida lo delataba ante el olfato de mi madre. Por lo que le llama la atención que su hijo otra vez, se había acostado sin asearse. Lo espera en la puerta del baño, y cuando sale, la cagada a pedos que se come el pobre infeliz es para grabarla. Pero a pesar de que toda la escena fue divertida, no podía sacar de mi mente la imagen de anoche. Esa silueta poniéndose en cuatro patas, para después salir corriendo, me intriga.
    —Pedro—Me grita mi vieja desde la cocina— a levantarse para el colegio. Vamos, no voy a repetir.
    Que fuerza en la vos tiene mi madre, a pesar de que estaba bastante retirada de la escalera que da a mi habitación, pareciera que estuviera al pie de esta, fuerte y claro.
    —Ya voy Ma—le respondo mientras trataba de encontrar mi media— me estoy cambiando.
    —Tome mi bebe, acá está su comidita—le dice mi mamá a Lucas.
    Los veo mientras me acomodo la remera en la puerta de la cocina, observando como hace avioncitos con la cuchara llena de vaya a saber uno que era, apuntando a la boca de Lucas.
    --Buen día Ma—digo y enseguida me siento a la mesa— buen día Lucas.
    —Buen día Pedro, acá tenés café con leche y pan con manteca—Me dice y sigue jugando con Lucas, pero por la cara de mi hermanito, el no quería seguir con eso.
    — ¿Ya vino Papá?—le pregunto
    —Si, esta durmiendo—me responde— le duele la cabeza y el brazo.
        — cierto, su brazo—pienso.
    Recuerdo cuando fuimos a la casa del abuelo. Había una especie de perro salvaje que atacaba a las ovejas, cansados de eso, él y mi viejo fueron a cazarlo y volvieron con el perro en una bolsa. Mi abuelo le acertó un tiro al costado debajo de la pata delantera izquierda, pero antes, al parecer mordió a mi viejo en el brazo derecho. Lo atendieron en una sala de primeros auxilios cercana y mientras esperábamos que los médicos lo terminaran de suturar, mi abuelo me regalo una bala similar a la que uso para matar al animal. No se por que lo hizo, pero es hasta el día de hoy que la conservo. A pesar de que le curaron la herida, cada tanto le molesta, al parecer fue una herida profunda y ahora le quedó una cicatriz algo fea.
    Después de desayunar y saludo a todos y me dirijo al colegio. Una vez allí y mientras las horas pasan, cada tanto mi mente, trae la imagen de la silueta que estuvo afuera de la casa. Trato de concentrarme en las materias que eran dictadas por los profesores solo me concentro en las materias. En el recreo, charlando con Gastón, un muchacho que cursa 3 años más que yo, esta en el mismo año que Damián nota que estoy distraído, es que esos pensamientos acerca de lo de anoche, volvieron.
    — ¿Te pasa algo Pedro? —Me pregunta Gastón— desde hace un rato, te vengo observando que estás un poco distante. Mientras espera mi respuesta saca un cigarro del bolsillo, pero al ver que un profesor andaba cerca, decidió guardarlo.
    — No pasa nada—Le respondo con pocas ganas— estoy preocupado por mi viejo, nada más.
    — Acaso ¿está enfermo? —Dice con voz despreocupada— tu viejo siempre fue un hombre fuerte, seguro que sea lo que fuera que lo este jodiendo, pronto se le va a pasar.
    —Si, creo que tenes razón—respondo— creo que me preocupo al pedo.
    —Eso, arriba ese animo—me dice esta vez con la voz más animada— lo que si me preocupa son esas muertes de chicos, seguro debe ser algún loco.
    —veo que te enteraste también de eso—le digo.
    —si lo llego a pescar te juro que lo agarro del cogote y se le van a pasar las ganas de hacer ese tipo de cosas—Me contaba, a la vez que movía los brazos como si sostuviera un machete de verdad— mi viejo se compró un machete bastante grande, como el de las películas.
.
    El colegio y sus clases, quedaron en el pasado. Me apuro en llegar a casa lo antes posible. Mi intención es terminar la tarea antes de que se haga de noche y poder vigilar la casa desde mi ventana.
    Eran las 20 hs, terminamos de cenar y hacía una hora que mi viejo se había ido a trabajar. Mientras ayudo a mi a levantar los platos mi vieja los lava, una vez terminado todo me dirijo al baño y después a mi habitación.
    —Damián, necesito hablar con vos—Le digo, mientras él se prepara para acostarse.
    —Prometo no roncar muy fuerte —Me responde— en realidad no lo prometo, por que es una cosa que no puedo controlar.
    —No es eso—Le respondo— ya estoy acostumbrado al ruido infernal de tu garganta, es otra cosa.
    — A ver ¿Qué es entonces?—dice con cara de desconfiado.
    —No se si me vas a creer, pero anoche me desperté por un aullido muy grueso—Le digo a pesar de que su gesto cambiaba de desconfiado e intrigado a incrédulo— me asomé a la ventana y vi que lucho estaba ladrando a algo que estaba parado cerca del portón, era una cosa muy rara, me vio y enseguida salió corriendo
    —Yo te sugiero que no comas mucho chocolate antes de ir a dormir—Me termina diciendo.
    — Sabía que hablarte era al pedo—Le digo poniendo un gesto de muy mal gusto.
   —A ver, mirá, no quiero ser mala onda ni mucho menos—Me dijo en voz baja— pero ¿Qué queres decirme? ¿Qué el loco que esta atacando chicos, estaba en el portón de casa y no fuiste capaz de decirle nada a nadie?   
    Como el me lo planteaba me da a entender que lo que estaba tratando de decir era tan ridículo como las películas de terror de clase B que veíamos los sábados a la noche.
    —Si creo que tenes razón –Le digo— pero algo vi ahí afuera…  
    Después de tener esta “productiva” conversación con Damián. Se da media vuelta y susurrando vaya uno a saber que cosas, se tira en su cama y tapa su cabeza con la almohada. Me acerco a mi cama a hacer lo mismo cuando un aullido cortó como un cuchillo invisible el silencio que se formo luego de la semi-discusión entre mi hermano y yo.
    —No me digas que no escuchaste eso—Le digo clavando mis ojos en su rostro pálido.
    —Que… que… que… mier ¿que mierda fue eso?—Me dice.
     Es  la primera vez que lo veía realmente asustado, muchas veces cuando mi viejo lo retaba o amenazaba tenia algo de cuidado pero esta vez esta aterrado, espantado y su rostro lo refleja muy bien.
    —Es el mismo puto grito que escuché anoche—Le dije asomándome a la ventana— pero esta vez sonó mucho más fuerte.
    En ese momento Damián, agarra su celular y empieza a marcar un número. Al principio pienso que es el de la policía, pero enseguida me doy cuenta que no solo no llamo a la ley sino que mi hermano me esta ocultando algo.
    —Hola, está pasando como calculamos—Le dice a su celular, ante mi mirada completamente incrédula— recién lo escuché y según me enteré, ayer también, o sea que tenemos una noche más y si fallamos habrá que esperar 15 días, pero eso no quita que no pueda matar en la otra forma.
    —OK… nos vemos en la puerta del cementerio—Dice susurrando Damian — seguramente, va para allá.
   
    — ¿Como sabes?— escucho apenas que dicen del otro lado del fono.
    — ¿Cómo lo se? —Decía a la vez que se paraba a mi lado, observando por la ventana— no se si te acordás, pero la vez anterior, cuando atacó al último chico, la policía le perdió pista en dirección al cementerio. Me juego que su refugio está allá.
    Después de un rato más de charla. Corta la llamada. Saca una cajita de debajo de su cama y de su interior, saca una de las dos armas que desde donde me encuentro, puedo ver.
    —Damián, ¿con quien hablaste? ?—le pregunto— ¿De donde sacaste eso?
    Parado a su lado veo que manipula el arma, como alguien que nunca toco una en su vida.
    —Decile a mamá… —Me dice acomodándose el arma en la cintura— en caso que pregunte, que fui a la casa de un amigo. Vuelvo antes que amanezca.
    —No… —Le respondo firme— si viene mamá a preguntar, le voy a decir la verdad.
    —No seas boludo pendejo—Me responde.
    —Está bien— redigo mientras busco mi ropa para vestirme— no le voy a decir nada, con una condición.
    — ¿Cuál?— me dice y al parecer no caía que iba a ir con el, ya que me estaba vistiendo para salir.
    —Que me dejes acompañarte—Le dije con la voz muy seria— por que si vas a ir a perseguir a quien mató a esos chicos. Lucas es también una probable victima.
    — Ok, pero haces y decís lo que yo te diga—Me dijo también con voz que pocas veces la escuché— corrés cuando te lo diga que corras y te moves cuando te lo diga, sino no venís.
    Salimos de la casa por la ventana de mi habitación, Damián, lleva un bolso pequeño cruzado al cuerpo y dentro de el está la caja con las dos armas. Caminamos una cuadra él no deja de mirar hacia ambos lados, hasta que en la esquina nos encontramos con Gastón.
    — ¿Qué hace Pedro acá?—Es lo primero que pregunta antes que cualquier saludo.
    —El lo escuchó ayer a la noche—Le responde Damián— además mejor tres que dos ¿trajiste lo tuyo?
    — Si, acá está, lo afilé y corta hasta una hoja de papel—Le responde Gastón sacando su machete reluciente.
    —Yo también traje lo mío—Le comenta Damian, sacando las armas de la caja de madera— mirá, están cargadas, bueno una esta cargada, la otra tiene 2 balas, pero bueno, pueden servir.
    — ¿Y yo que hago?—Pregunto interrumpiendo la conversación entre ellos.
    —Tomá… esta pistola la tenes vos, yo llevo la otra—Me responde, asiento con la cabeza y nos dirigimos al cementerio. 
    Sabiendo de ante mano que la cosa estaría esperándonos. Nosotros, tres individuos, inseparables, decidimos darle caza, fue así que cruzando el portón. Armados solamente con 2 armas, un machete y sobre todo mucho coraje. Vamos entrando al sector de la bóvedas, donde al parecer yace la criatura que la noche anterior, se llevo las almas de 2 niños.
    Luego de caminar varios metros, la sensación de que algo nos está observando nos invade. No nos equivocamos. Se que la criatura, está apostada detrás de algunas lapidas nos está siguiendo con su mirada maligna. Imagino que sus ojos rojos siguen nuestros pasos y su boca despidiendo baba, en grandes cantidades bañaban sus dientes afilados, hasta caer en hilos hacia el suelo
   
    —Damian—le digo—todo este lugar me da escalofríos.
    — vamos Gastón, seguime—le dice Damian a su amigo.
    En ese momento y aprovechando que estábamos concentrados en entrar a la bóveda y sabiendo que si atacaba en ese momento, saciaría su hambre, la bestia da un salto descomunal, acompañado de un rugido amenazante.
    —Cuidado muchachos—les grito. 
 Pero para cuando se percataron, la bestia les cae encima, más precisamente sobre Gastón quien sostenía el machete, aplastando su cabeza sobre el piso.
    Con mi hermano al ver tal acto de salvajismo, disparamos, pero a la bestia parecía no hacerle daño alguno. Toma a su victima por una de las piernas, se nos acercó lentamente y nos arroja el cuerpo sin vida de nuestro amigo como si no pesara nada.
    —maldita sea—le dice Damian
    La pelea está perdida, no había salida y en el fondo sentimos que estamos condenados.
    —Se me ocurre una cosa—le digo a Damian
     Sacando el recuerdo que una vez me dio mi abuelo, la bala, era una de plata. La cargo y cuando la bestia decidida a destrozarnos a todos nos ataca, disparo dándole en el pecho. Lo siguiente es un espectáculo de lo más desagradable: vómitos de espuma verde, aullidos, aliento a muerte y el cuerpo que se prende fuego totalmente. Acto seguido aullidos  que se transformaban en alaridos de dolor hasta que al final cae y la piel quemada deja al descubierto un cuerpo humano, alguien conocido por ambos, nuestro padre.
    Al ver el cuerpo completamente herido por las balas que anteriormente disparamos, siento muy en el fondo de mi alma una gran tristeza, pero también alivio, porque según dicen, el hombre lobo es el ser sobrenatural más torturado, ya que la parte humana convive, por así decirlo, con la bestia, por eso querido padre... que en paz descanses. 
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