martes, 12 de junio de 2012

Buenas tardes a todos, hace tiempo que no subo nada, y luego de varios dias de escribir, les presento una nueva historia, en esta ocasion, se trata de un señor muy especial, una persona que adora el dinero por sobre todo, incluso por sobre la amistad, si notan algún parecido con algun compañero o compañera, es pura coincidencia. .... y como vengo haciendo hace un tiempo, las historias van en 2 partes, he aqui la primera, espero les guste..

HISTORIAS PERDIDAS
                                                 YO, SOLO YO...
    Desde hace varios años en una de las radios más escuchadas del país, un programa tiene enganchados a miles de personas, quienes llaman a modo de participación o interacción a la estación por el solo hecho de hablar con su conductor, un tipo de carácter muy particular, y con un vestuario pocas veces visto, el llamado por muchos “genial, Rocaldo Rein”, personaje con un carácter único, divertido y dinámico, características que se multiplican cuando se calza el auricular para comenzar su delirante espacio radial, pero todo lo descrito anteriormente y me refiero a esa interacción con el público quedó en el pasado, por que este “personaje”, más allá de lo que aporta al programa, desde hace un par de años no le va muy bien, no como cuando empezó en la emisora, en los adías actuales los oyentes ya no llaman para participar, la mayoría lo hace para quejarse de que en estos últimos tiempos Rocaldo dice y hace casi siempre hace lo mismo, no hay renovación de juegos ni secciones, al principio esas llamadas incomodó a los dueños de la radio, pero lo ignoraban, pero luego cuando se dieron cuenta que dichas llamadas se volvieron muy pesadas, pensaron como primera instancia despedir a su “estrella”, luego se dieron cuenta que en poco tiempo se terminaría el contrato de todos por lo que decidieron traer desde otros programas de la misma emisora 2 compañeras de trabajo, con la firme intención de que el programa vuelva a tener el glamour de antes, pasaron varios días y la audiencia mejoró, fue entonces que los dueños de la emisora comenzaron a recobrar la sonrisa, todos estaban felices, bueno… casi todos, por que había alguien que no comparte esa alegría incluso está de muy mal humor es Rocaldo, quien les dijo que él nunca necesitó de nadie para que el programa sea popular y ese enfado se acentúa cuando está fuera del aire, en el trata con los demás, en especial, con quienes debe se ve obligado a compartir las horas de trabajo, sus nuevos compañeras de trabajo. Alexa Sama, una señora casada de treinta y tantos, cuya característica principal es que fuma como una locomotora, ella se encarga de publicidades, noticias generales y algún que otro juego con los oyentes, trabajo que Rocaldo lo hacía según dijo, mejor. La otra persona con quien comparte horas es Maira klevosky, de ella depende el momento humorístico del programa, en esos minutos se permite la libertad de contar uno o dos chistes o comenta en forma irónica su forma de ver ciertas circunstancia de la vida cotidiana, transformándolo en algo atípico, tarea que también lo hacia el conductor. Todo parecía venirse abajo para nuestro protagonista, primero el programa que no da rating, después el enojo de los dueños, discusiones incluidas, más tarde y lo peor de todo, la imposición de compañeros de trabajo, cualquiera diría que el destino está en contra de la estrella del programa. Pero hoy gracias a una carta de un fan, todo eso que Rocaldo ve como una neblina, se va a disipar y daría un vuelco de 180 grados.
    — Rocaldo — dice un muchacho, ayudante de la producción de la radio— llegó una carta para vos.
    — ¿dice de quien es? — responde el conductor.
— De un tal Rogelio Cuazi — responde el muchacho — vino junto con este sobre color madera.
    — A ver — Responde Rocaldo con rostro cansado — debe ser una de las tantas boludeces que mandan algunos locos que no tienen nada que hacer.
    El muchacho, al escuchar lo dicho por el conductor, se lo da casi con desgano y se retira unos pasos, quedando apoyado en la puerta de la cabina, desde ahí observa como la estrella de la emisora, en forma despectiva, abre el sobre color madera y saca de su interior unos papeles. Luego lee la carta y cada tantas líneas su rostro cambia, primero su ceño se cierra mostrando enojo, luego sus ojos de entrecierran mostrando aburrimiento y por último nuevamente ceño fruncido al mismo tiempo que balbucea una que otra puteada muestra clara de enojo. Todo el panorama se veía mal, hasta que de la nada una sonrisa se dibujo en el rostro del conductor. El muchacho, sorprendido mira su reloj, nota que ya es hora de irse y se retira.
    Querido Rocaldo — comienza diciendo la carta — Mi nombre es Rogelio Cuazi, como reza tanto en el sobre de la carta como en el sobre color madera. Soy tu admirador desde hace muchos años, y a pesar de lo que digan las mujeres que trabajan con vos, sos el mejor conductor de radio que alguna emisora haya tenido en mucho tiempo. Sé que no te gusta que te adulen, pero dejame hacerlo al menos en algunas líneas. Tenés un carácter poco agradable, mandón y según parece las cosas se hacen como decís vos, si o si, todo eso según Alexa, para mí es un signo de disciplina. También esta la que chistosa, esa tal Maira, que de graciosa tiene lo que yo de fonoaudiologo, en cambio cuando vos contas una anécdota graciosa, me hace reír muchísimo, bien, ahora que tengo tu atención, debo ir a lo importante, sé que pronto están por renovar los contratos en la estación y quisiera proponerte algo, me gustaría que trabajes para mí. Tal vez te tome por sorpresa, pero antes que dejes de leer te comento que el sueldo es de 6 ceros, todos los detalles están dentro del sobre de color madera si todavía seguís dudando, te invito el sabado12 de este mes a las 22hs en mi casona, está ubicada en la localidad de Mercedes, provincia de Buenos Aires…      
    — Rocaldo, en 5 minutos, estamos al aire — dice Alexa, al mismo tiempo que estira el cuello tratando de observar lo que leía su compañero — ¿que tenés ahí?
    — ¿Qué te importa? — Responde el conductor, con mal humor — concentrate en tus cosas, como las noticias ¿ok?, y no es educado mirar las cartas de los demás.
    Sin retrucar nada, Alexa, se coloca el auricular. Agarra sus hojas y comienza su tarea, siempre bajo la mirada de su compañero, pero cuando Rocaldo se descuida, ella le realiza una mueca chistosa (saca su lengua en sentido de burla).
    La jornada laboral del día se lleva sin muchos entre dichos, Rocaldo ni siquiera en el momento de los chistes de Maira, mete alguno de sus agudos comentarios, solo habla lo justo, eso si, siempre con la carta en la mano o cerca de él.     
    Pasó casi todo el programa, solo falta la clásica interacción final con los oyentes.
    Tanto Maira como Alexa ven que Rocaldo evita mostrar esa carta, ni siquiera quiere hablar al respecto, a pesar de la insistencia de sus compañeras.
    Termina el programa y el con doctor junta sus cosas, regalos de los oyentes y de alguno que otro canje. Salieron los 3 juntos hasta la puerta de entrada, pero cuando estaban por llegar Alexa, recuerda que olvidó algo, pide a sus compañeros que la esperen para así salir todos juntos y así lo hicieron. En ese momento Rocaldo saca nuevamente su carta y comienza a leerla.
    —… para llegar al lugar solo tenés que preguntar una vez llegado al centro de Mercedes, por la casa de Don Cuazi, y enseguida te van a saber decir como llegar, la gente es muy hospitalaria, pero por las dudas te dejo la dirección  al final de esta, me gustaría que esto quede entre vos y yo, creo que entenderás el por que. Una cosa más, y la más importante, en caso de que aceptes asistir, me gustaría que seas puntual, de donde vengo, la puntualidad es primordial, una vez en la casona, tocá el timbre y te atenderé en persona, cenaremos y tratare de convencerte de trabajar para mí, bueno creo que ya te robe demasiado tiempo, un abrazo y hasta pronto.
 PDT: La dirección es: Casabais 3352 E/ Cosecha y Llama.
    No me gusta la idea de abandonar esta radio — piensa Rocaldo a la vez que guarda la carta en su mochila — pero son 6 ceros, además es mañana y con escucharlo, no pierdo nada.
    Rocaldo —Susurra Maira.
    — ¿He? — Responde su compañero, sin mirarla.
    — ¿Qué traes con esa carta? — Retruca Maira — todo el programa estuviste agarrándola como si fuera el billete ganador de la lotería nacional.
    — No es nada — responde Rocaldo, como si nada — es solo una carta de un fan… una boludez.
    — Ya estoy — aparece diciendo Alexa — ¿nos vamos?
    Por un momento, la recién llegada nota que su presencia como el comentario hecho cortó el clima tenso entre Maira y Rocaldo.
    — ¿Todo bien, Maira? — agrega Alexa — ¿chicos?.
    — Sí, todo bien — responde su compañera, mirando fijamente a Rocaldo.
    — ¿Seguro, Rocaldo? — dice Alexa, mirando a su compañero.
    — ¡Si, che! — Responde el conductor — ¿vos estas lista?, ¿nos vamos de una vez, por favor?
    Sin más, salieron los tres del edificio, tomaron un taxi y en pleno viaje, las dos muchachas que viajaban en el asiento trasero comienzan a susurrar acerca de lo sucedido en la puerta de la radio. Rocaldo, desde el asiento del acompañante, escucha, pero por el ruido de afuera, no puede descifrar la charla de sus compañeras, por lo que trata de ignorarlas.
    — Rocaldo — dice Alexa — ¿me podes dar un pañuelito de los tuyos?, es para limpiar mis anteojos.
    Rocaldo, sin mirarla, le alcanza su mochila con el fin de que ella saque lo que necesite, una vez hecho eso, se la regresan y por un trecho del viaje no hubo ningún intercambio de palabras, hasta que Maira llega a su destino.
    — Rocaldo — dice Maira, mirando a su compañera — El lunes contame lo de la carta.
    Rocaldo la mira, luego a Alexa, vuelve a mirar a Maira y asiente con la cabeza. Tanto él como Alexa, miran como su compañera se aleja del taxi.
    — Sigamos, por favor — atina a decir Rocaldo al taxista, en tono muy bajo.
    Avanzaron unas cuantas cuadras y Alexa, mientras mira por la ventanilla con gesto pensante y buscar la forma de entablar una conversación en la que Rocaldo hable sobre la carta. Sabe que no tiene mucho tiempo antes de que él se baje y hasta el lunes no va a tener posibilidad de hacerlo.
    — Rocaldo — comienza Alexa — ¿a que se refería Maira con lo de “la carta”?
    — Nada — responde con tono bajo.
    — ¿Nada? — Responde Alexa — Maira no te diría lo que te dijo por… nada.
    Rocaldo, de inmediato se da cuenta que si no le cuenta aunque sea algo ella no dejaría de preguntar, sabiendo lo incisiva que es, cuando quiere saber algo.
    — Es que me vió leer una carta que me envió un oyente… nada importante — responde con la vista al frente el conductor —  me preguntó que era y no se aguanto mi respuesta, pero en realidad es algo que me tiene preocupado.
    — ¿Qué es? — Responde con gesto atento su compañera — seguro debe ser grave, para que te pongas… en confidente.
    — ¿que decís tarada?― Responde ofuscado Rocaldo ― Es una propuesta de trabajo. Un tipo me ofrece laburo por un sueldo mucho mejor que el de la estación y me parece que voy a agarrar viaje.
    — ¿Qué? Imagino que le vas a decir que no — responde su compañera — Hace más de 6 años que estas acá, la estación te dio todo lo que querías, además hicimos entre los tres una buena amistad ¿o no?
    Rocaldo hace un gesto a eso último y la mira un momento sin omitir respuesta.
    — ¿o no? — repite en voz alta la mujer.
    — si, claro que si — responde casi con tartamudeo, sabiendo que el programa fue por decirlo de alguna manera salvado por las chicas.
    — Bien — responde aliviada la mujer, al mismo tiempo que saca un cigarro y lo coloca entre sus labios, sin encenderlo — entonces, si te dejó un número de fono, llamalo y decile que no te interesa.
    El gesto que hizo Rocaldo, le dio a Alexia un poco de desconfianza, ya que el conductor solo asentó con la cabeza.  
    Hasta llegar al lugar donde Alexia se baja, no hablaron más acerca de la carta, ni del fulano y mucho menos de la propuesta de trabajo.
    — Hasta el lunes Rocaldo
    — Hasta el lunes, y saludos a los chicos — responde el conductor, con desgano.
    Mientras ve como su compañera se aleja, Rocaldo siente que debería seguir con el tema de ver a su admirador.
    — No importa lo que me diga esta — piensa Rocaldo, llegando a su casa — voy a ir a ver que tiene para ofrecerme este Rogelio Cuazi.
    Una vez en su hogar y luego de una confortable ducha, el conductor se encuentra sentado en su gran sillón de 3 cuerpos y en sus manos sostiene la carta de su admirador, la lee una y otra vez, para luego dejarla sobre su mesa ratona.   
    Camina de un lado a otro, pensando en lo que Alexia le dijo, acerca del trato de la estación para con él, también cruza por su mente los años dorados y la posibilidad de ser grande otra vez, en un momento su mirada se fija en el sobre color madera, se acerca, lo abre y de su interior saca varias hojas, un par de ellas describen lo que en el Sr. Cuazi había comentado tan sutilmente en la carta.
    — A ver esto — susurra, volviendo a tirarse en el sillón.
    Comenzó a leer y supo casi de inmediato que es el contrato lo que tiene en sus manos. Una vez terminada la lectura del papel, vuelve a guardarlo en el sobre y con todo dentro de su mente camina a su dormitorio, cree que tal vez el consejo de la almohada lo ayude a hacer lo mejor para su futuro.
    El silencio y la oscuridad de la habitación llevan a Rocaldo a recordar inconcientemente los primeros años de su trabajo, momentos de mucha alegría, compañerismo y sobre todo tiempos en los que el abrazo del publico lo era todo, siempre le gustó la ovación de la gente, que lo traten como una estrella, por que eso es lo que es, una estrella, hasta que llegaron las dos víboras, Alexia y Maira, ellas son las culpables de que ahora esté el programa con bajo nivel de oyentes, ellas son las culpables que su público se aleje de él, si esas dos no estuvieran, si ellas dos no trabajaran más en la radio, todo seria como antes, todo sería como antes, todo seria…, todo…
    — !!!rrrriiiinnnnggg¡¡¡ — grita el despertador, a las 07:00hs.
    Sábado por la mañana, Rocaldo vestido con ropa deportiva y teléfono en mano, llama a su amigo y entrenador personal para comenzar su rutina de corrida por las inmediaciones del barrio, pero hoy con la intención de despejar la mente, decide ir un poco más allá. Una vez de regresado a su hogar, se prepara a entrar en su página personal. Coloca nuevos temas para sus seguidores, y de paso ve la posibilidad de revisar su correo, su facebok y twiiter y mientras observa a sus seguidores subir los contadores de visitas de pagina personal, llama a una remisora amiga y reserva un auto para las 19hs. Mas tarde, siesta, reunión con amigos, visitas a familiares y volver a casa para nuevamente visitar el ciberespacio durante varias horas y con la vista agotada mira su reloj.
    — Son las 18:00hs — susurra, a la vez que recuerda la reunión de esta noche — Me voy a preparar para ir a Mercedes.
    Una vez bañado, cambiado y perfumado se encamina a la salida cuando suena el teléfono.
    — Hola, te comunicaste con el Rocaldo Rin, la estrella — atiende el contestador, ante la atenta mirada de su dueño — dejá tu mensaje después del sonido.
    — Hola Rocaldo — se escucha — Soy Alexia, sé que vas a ir a la reunión, y me gustaría acompañarte.
    Rocaldo, al escuchar semejante propuesta, deja su casa y se sube al remis que ya esta en la vereda de su casa.
    Ya en viaje, Rocaldo, siente una especie de arrepentimiento por no haber contestado el llamado de su compañera, ya que ella es la única que al parecer se preocupa por él, pero también sabe que oportunidades como la que se le puede dar con ese tal Cuazi, no se presentan todos los días.
    Entre charla y charla con el chofer, un tano de gran bigote, Rocaldo siente que realmente estuvo mal el no haberle atendido. Saca su celular y la llama, pero al parecer en la zona no hay buena recepción de señal.
    — pero la puta madre — rezonga el conductor con los dientes apretados — celular de mierda, justo ahora….
    — Parece que no tiene señal — le dice con un humor desubicado el chofer — hasta hace unas horas, llovió como nunca por estos lados.
    Rocaldo lo mira, con esos ojos que parecían desprender chispas, haciéndole entender al chofer que no esta para comentarios fuera de lugar, por lo que hace que el tano trague una gran cantidad de saliva y fije su mirada al frente, sin pronunciar palabra.
Pasaron un par de horas y están llegando a Mercedes, Rocaldo, saca de su bolsillo la carta y memoriza la dirección.
    — A ver… — dice siguiendo las líneas escritas con la mirada —  Casabais 3352 E/ Cosecha y Llama.
    Le muestra la dirección al chofer y este asiente con la cabeza.
 Avanzan unas pocas cuadras, al parecer el día anterior llovió, por lo que el camino se hace casi intransitable, a eso se le suma la oscuridad ya que no hay muchas luces en los postes.
    — Rocaldo, creo que hasta acá llego — le dice el chofer — está muy oscuro, y barroso, pero no falta mucho para llegar.
    — ¿Me vas a dejar acá? — le responde el conductor apoyando su nariz en la ventanilla tratando de ver entre la oscuridad.
    — Como te dije, según me guío por la calle anterior, no estas lejos — le responde sacando una linterna de su guantera — tomá, esto te va a ayudar a llegar.
    — Gracias — le responde Rocaldo, sacando el dinero de su billetera para pagar por sus servicios — tomá y de nuevo, gracias.
    — Creo que saque mal la cuenta — dice el tano — pense que sería mas fácil llegar, pero las desviaciones, las cortadas, las entre calles, bueno…
    — No me des tantas vueltas, la puta madre — responde Rocaldo — ¿Cuánto?
    — $450 más peaje.
    — ¿Qué?... ¿$ 550 mangos? — Le dice Rocaldo alterado— Pero… Pero… si me habías dicho $300.
    — Lo se, pero… pero…— comienza a tartamudear — date cuenta que es de noche y encima estoy, perdón, estamos en un lugar inhóspito, entendeme.
    — Ma si, carajo — le corta Rocaldo, pensando en el dinero que cobraría en su futuro nuevo trabajo — tomá y tomatelas tano, ladrón… 
    Rocaldo muy a su pesar, se dirige a la casa a la vez que balbucea alguna que otra maldición contra el chofer quien se retira haciendo lo mismo.
    Nuestra estrella comienza su travesía hacia la casa, sus pisadas, cada vez se marcan más debido al barro, los zapatos de color amarillo patito, pierden su glamour a medida que avanza. Y para colmo, sucede lo que debía suceder…
    — No… — Dice Rocaldo golpeando la linterna con ambas manos —  tenia que pasarme, siempre que la situación es mala, zas… ahí viene a empeorarse, carajo.
 Piensa si realmente es una buena idea el ir a ver a ese tipo, se siente en medio de la nada, solo hay árboles sin hojas a su alrededor, en un momento comenzaron a cantar los grillos, sapos y vaya a saber que otro animal, la cuestión es que a Rocaldo le comenzaron a temblar las rodillas y su rostro sudaba como nunca antes. Decidido a mandar al carajo esa reunión, vuelve sobre sus pasos a un ritmo muy rápido, se dirige a decirle al remisero que lo lleve de vuelta a la civilización y de paso pedirle, en caso de que se ponga pesado el tano, pedirle perdón por haberle discutido el precio del viaje hacía allá, pero…
    — Tano, quisiera que…— atinó a decir Rocaldo, pero el remisero ya estaba de viaje — ¡me lleves de vuelta a la ciudad!
    El chofer detiene el auto, y saca su cabeza por la ventanilla, provocando una gran sonrisa al conductor.
    — ¡LLamá a tu abuela para que te venga a buscar! — le grita el remisero — ¡tacaño de mierda!
    Rocaldo, con gesto de confusión total, se queda parado en medio de la calle, con la linterna que prende y apaga, y los zapatos amarillo patito, sucios casi hasta las medias. Levanta su brazo derecho y como si eso fuera una señal al cielo, comienza a llover.
    — No puede ser… — dice resignado, a la vez que mira el cielo — ¿Por qué? ¿Por que a mi, Dior?
    Del cielo salen truenos y relámpagos, pero no la respuesta que él busca. Resignado a buscar refugio de la lluvia. Comienza a correr y se detiene debajo de uno árbol que todavía le quedan algunas ramas con hojas. Mira hacia varios lados y recordando la dirección la busca como puede en medio de la oscuridad.
    — Como me gustaría no estar solo en este lugar — susurra Rocaldo, algo nervioso — pero una vez que encuentre la casa, me quedo ahí a pasar la noche, no creo que ese Cuazi, tenga problemas con eso.
    Tal como lo pensaba hace unos segundos, a lo lejos, a pesar de la lluvia y la oscuridad, puede ver el número de la casa del sujeto de la reunión. Sin perder tiempo sale corriendo a la puerta.
    Al llegar a la entrada, se observa de inmediato dos grandes sauces llorón, bajo sus ramas asoman un par de pilares de concreto muy grandes, en medio de ellos un portón de hierro fundido color negro, llama la atención por su gran tamaño, muy imponente, todo eso bajo un nuevo aguacero acobardaría a cualquiera.
    — ¿Quién me manda a este lugar de mierda? — se pregunta en voz alta, Rocaldo — para colmo no le veo buena cara a ese timbre, parece del año de ñaupa.
    Tembloroso, tanto por la mojadura como por el lugar que da miedo, Rocaldo decide tocar el timbre. Aprieta el botón y lo quita como si este le hubiera dado un choque eléctrico. Mientras espera a ser atendido, el cielo se oscurece más y de entre sus nubes los relámpagos iluminan todo el lugar, los truenos resuenan en la oscuridad como bestias del infierno y su sonar hace vibrar cada rincón del cuerpo de Rocaldo.
    — Vamos, tiendan, soy la estrella — susurra el conductor — y esta lluvia que no para, carajo.  
    Todo parecía estar en contra de nuestro protagonista, pero todavía falta algo…
    — No puede ser…— susurra Rocaldo, asustado — lo que me faltaba, niebla…
    Todo a su alrededor es cercado por una niebla espesa, Rocaldo al ver que esta se acerca como si tuviera vida propia, pega su cuerpo al portón, pero la niebla se le acerca más y más, casi a punto de tocar su rostro, por lo que Rocaldo colmado de susto y frio trata de evitar cualquier contacto por lo que intenta salir de ese lugar.
    — Hola Rocaldo — dice una voz proveniente de entre la niebla.
    Al escuchar la voz, Rocaldo actúa como todo un hombre…
    — ¡aaaayyyyy…! — Grita con los ojos cerrados y con la voz quebrada y algo fina — niebla no me mates, soy muy joven para morir, llevate todo, tómame si es necesario, pero no me mates, por favor, por favor, por favor…
    — ¡ey, Rocaldo! — dice la voz — Callate por favor.
    Rocaldo no está escuchando la voz, el susto lo paraliza y unas manos lo sacuden tratando de hacerlo entrar en razón.
    — ¡Noooo… ahora me agarraaaa!— dice Rocaldo, temblando como una hoja —  ¡quiero a mi mamáaaa!
    — che, pelotudo, callate — dice la voz, ahora con un rostro conocido, el de su amiga Alexa — soy Alexa, tu compañera de trabajo.
    — Y yo también estoy acá — dice otra voz.
    — Noooo, primero la voz, lúgubre — comienza diciendo, siempre con los ojos cerrados, Rocaldo — después sus manos heladas que me quieren llevar, y para colmo, se hace pasar por mi Alexa… noooo.
    — ¿Qué? ¿Tú Alexa? — Dice sorprendida su compañera.
    — Si eso dijo — se escucha una segunda voz en forma de susurro.
— Te pido por favor — dice la primera voz —, estás delirando, y abrí los ojos, soy yo, Alexa.
   CONTINUARA...