sábado, 19 de febrero de 2011

NO TODOS LOS REGALOS, SON CON LAS MEJORES INTENCIONES. . .

Bienvenidos nuevamente, el 4 de marzo llega el cazador bien nuestro, mientras tanto les dejo esta historia. Marcelo, recibe de herencia de parte de su tio una granja, pero una vez allá se da cuenta que heredo mas que una casa con campos. Espero les guste y hasta pronto.

El Demonio del maizal 

   
Estando reunido con hermanos y primos, festejando el cumpleaños de mi sobrina Marina, en casa de mis padres en un momento donde el baile estaba a pleno, recibo una carta de mi tío Sebastián.
    Querido sobrino Marcelo, en vista de mi pronta pero no esperada partida, decidí hacer mi testamento, por sugerencia de mi abogado y amigo el Dr. Mortino. Como sabrás, soy dueño de muchas propiedades, algunas de las cuales pude venderlas a buen precio, si bien hay algunas que están reservadas, encuentro casi imposible  poder vender la granja, ubicada en las afueras de la provincia de Buenos Aires, más precisamente en la localidad de Patricios, esta granja, perteneció alguna vez al Sr. Angus y sabes que decían de ese buen hombre, pero eso es otro tema, bueno a pesar de eso y de lo que sucedió en esa granja, superó toda posibilidad de ventas, es por eso que te escribo, después de mucho deliberar y pensando que puede haber un mínimo de verdad en lo que dicen, te la ofrezco sin costo alguno, si aceptás mi proposición, te invito a pasar mañana por la mañana y encontrarte con el Dr. Mortino para firmar los papeles, solo te pido que antes debes llamarlo para concretar tu venida
Dice la carta y si bien la proposición al principio me hacía sentir como un ratón de laboratorio, pero el pensar que a mi edad de 30 años, ser dueño de una granja, me tienta mucho
   Al término de lo festejado, les comento a mis padres sobre lo escrito en la carta y la decisión mía de ir a ver la granja. Más tarde y luego de despedirme de todos, me dirigí a casa. Una vez allá, agarro toda la ropa que necesitaría para el viaje y lleno los bolsos. Agarro el teléfono y llamé al Dr. Mortino, informándole que iría mañana temprano.
     Acostado en la cama, miro el reloj. Veo que las agujas marcan las 23:30hs. En ese momento me vino a la mente recuerdos del tío Sebastián, era una persona bastante familiera, lastima que estaba casado con una española de carácter muy especial. Tenía la tendencia a gritar por todo, pero bueno, resultó ser  que estaba sorda de un oído y no nos habíamos dado cuenta.  Se casaron cuando el consiguió trabajo en una gran inmobiliaria, si bien inmuebles para vender no le faltaba, lo malo era que tenía que viajar a todo el país, ya que la empresa a la que pertenecía, poseía propiedades en muchas provincias. Cada vez que tenía un tiempo y sobre todo si su mujer lo dejaba, se daba una vuelta por la casa de mis viejos a saludar, por que como dije antes, era muy familiero, el tiempo pasó y su rutina era esa, viajar y cada tanto visitar a sus parientes, hasta que el dueño de la inmobiliaria falleció y él quedo a cargo de todo. Vaya suerte la de él, después de eso, lo veíamos solo para navidad, pero telefoneaba cada tanto, conmigo se llevaba bastante bien, me enseñó a pescar, salíamos a andar por la ciudad en algunos de sus autos y de paso me comentaba que no era del todo feliz, le preocupaba el tema de “a quien le dejaría todo, cuando el muriera” por que su mujer no quería tener hijos, no se los bancaria nunca. La última vez que lo vi fue hace como tres años, en esos días ya se lo veía algo pálido, no se si a sus hermanos se lo contó, pero según me confió, sufría cáncer de próstata, imagino que a esta altura, con sus 80 años, le debe quedar poco aliento, por decirlo así.
    —Como no pude dormir mucho, no me costo levantarme. Según las indicaciones que están al final de la carta, debo ponerme en marcha lo antes posible y como el viaje va a ser bastante largo, seguro voy a tener que hacer alguna parada para estirar las piernas, cargar combustible y comer algo—pienso mientras trato de leer el resto de la carta.
    Pasado 3 horas de manejo, veo al costado de la ruta una estación de servicio. Me detengo para poder refrescarme y seguir viaje. Mientras el muchacho que me despacha hace su trabajo, sigo leyendo la misiva enviada por mi pariente.
    Marcelo, te comento algo acerca de la granja, siempre, pensando en que aceptarías venirte a verla claro. Como sabrás o no, en el lugar vivía el Sr. Angus junto a su familia, eran todos felices, hasta que su hijo cayó enfermo, lo que sea que ataco a ese pobre chico, lo tiró en la cama, pálido y ojeroso, hasta que una mañana, su respiración era casi imperceptible, todos los médicos lo daban por terminado, luego se sucedieron una seguidilla de cosas muy raras, como por ejemplo, hubo una vez y yo mismo lo vi, ya que en ese momento, estaba con el resto de la familia, por que habían puesto la casa en venta, para pagar un tratamiento, que según les dijeron, salvaría la vida de su hijo, en fin, estábamos charlando de los porcentajes y demás, cuando escuchamos un grito espeluznante, subimos corriendo a la alcoba del chico y vimos que se había levantado de la cama, estaba parado al lado de esta, sus ojos estaban blancos y de su boca caía una baba de color verde negruzca, en un momento levanta su mano derecha, metiéndose sus dedos índice y mayor en su boca, masticándolos como si se tratara de una barra de cereal, hasta la mitad, era realmente insano lo que hacía.
    —Mientras leía la carta, noté que mi tío no se guardaba ningún detalle—pienso.
    Luego de leer esa parte de la carta, por un momento me quedé pensando en lo que dijo mi tío acerca de lo sucedido en la granja, sin darme cuenta que el muchacho había terminado de cargar el tanque y estaba parado frente a mí, esperando el pago, cosa que hice y seguí mi camino. 
    Otras de las cosas que me puse a reflexionar después de leer la última parte de la carta, es si realmente quiero o necesito, mejor dicho, esa granja, ya que el hecho de que ese muchacho haya contraído algún tipo de enfermedad, me produce rechazo. No se nada acerca de enfermedades. Aunque no me gusta la idea de que haya un mínimo de posibilidades de que me la pueda pegar. Igualmente, no tendría que adelantarme a lo que tal vez nunca pase, sino, de última la adquiera y la venda, mientras tanto, sigo con lo que tenia planeado. Encontrarme con el abogado de mi tío.
    ―Bueno, estoy llegando—susurro mientras voy circulando por la autopista― son las 10 de la mañana, menos mal que desayuné en la estación de servicio.
    Un cartel indicaba la entrada a la localidad Patricio. Al llegar a un tramo de la autopista, logro ver que más adelante hay una curva, sigo avanzando hasta llegar a ella, me detengo y observo que el camino se divide. Del costado de la autopista sale un sendero de tierra que lleva a una zona inhóspita. La vegetación le daba al lugar un aspecto triste, tanto sus árboles como el resto de la vegetación estaban secas, marchitas, para colmo de males todo estaba cubierto por una neblina muy suave. Me quedé dudando si ese era el lugar por donde tenía que pasar y recordando las indicaciones de la carta de cómo llegar al lugar, debía serlo.
    Llegando al final del camino podía divisar un viejo molino. Sus enlatadas paletas giraban muy lentamente al son de la brisa mañanera. A medida que me acercaba a la tranquera, más detalles se hacían presentes. Las plantaciones de maíz con sus mazorcas de un amarillo casi anaranjados, daban al paisaje una cuota de  vida. Hasta ese momento podía decir que el cuadro es tolerable a la vista. Contemplando por un momento el maizal  escucho un murmullo que sale de entre sus hojas, camino pegado al alambrado y el sonido se transformo en el graznido de los cuervos que caminaban y sobrevolaban la plantación. Pero lo que realmente llamó mi atención es el espantapájaros. Si bien desde la tranquera podía verlo, pero no en detalle, tal vez cuando pase por cerca, pueda hacerlo.
    ― Espero que el abogado se haya acordado de venir, por que si me hizo viajar desde la Plata hasta acá, y él no viene, le voy a dar tal patadón, que se va acordar de mi, cada vez que se siente en el inodoro—Rezongo, mientras toco la campana colocada a un lado de la tranquera, que cumplía la función de un timbre de campo.
    ―Buenas días, usted debe ser Marcelo Tapia, el sobrino de Don Sebastián—Me saluda un señor de traje blanco, de unos 55 años de edad― Soy el Dr. Mortino, pase, así hacemos los papeles y de paso le muestro la granja.
    El abogado se acerca a mí y su andar ponía en evidencia que una de sus piernas tenía alguna clase de problema.
    ―Buenos días, vine en cuanto recibí la carta—le digo tratando de ser lo más educado posible, ya que se trataba de un profesional al que me dirigía― ¿se encuentra mi tío en la granja?, me gustaría saludarlo y darles las gracias por el inmueble.
    ―Su tío no pudo venir, está muy enfermo—dijo mientras me acompañaba hacía las instalaciones de la granja― y como su representante legal, nombrado por él, es mi deber cuidar de sus ingresos financieros y todo lo referido a sus bienes
    Mientras me decía todo eso, mis ojos parecían tener vida propia, seguían cada detalle de la casa, del granero, de los campos, y sobre todo el espantapájaros, que si mal no recuerdo, por haber visto algunos documentales y fotos de revistas debería estar en el medio de la plantación y no en una esquina.
    ―Disculpe que lo interrumpa—le dije y me miró con gesto de desaprobación por haberlo interrumpido―El espantapájaros que pusieron, realmente cumple su trabajo, no se ve ningún pájaro cerca del sembradío, solo hay algunos cuervos pero están cerca de la tranquera.
    Al escuchar lo que dije, se puso a observar el campo por un momento, después, su mirada se fijó en mí.
    ―Veo que no se le escapa ningún detalle Sr. Tapia―dice el abogado― efectivamente, desde que colocaron el espantapájaros, el dueño nunca más tubo problemas con los cuervos, ni con cualquier otra plaga, es más, ni siquiera las langostas se le acercan.
    bastante efectivole respondo.
    ―si observa detenidamenteagrega el abogado detrás del muñeco está el cuarto de herramientas, ahí se guardan las guadañas y demás cosas.
    Si bien era muy raro lo que pasaba en el sembradío, como también que me lo cuente como anécdota. Pero más raro era que lo haga con su rostro muy cerca del mío.
    ―Solo fue un comentario —le digo― disculpe, no fue mi intención interrumpirlo.
     Sin mirarme, asintió con la cabeza.
    ―La casa se la ve al menos de afuera algo abandonada, le vendría bien una mano de pintura—me dice, mientras mis ojos no dejaban de observar al espantapájaros, que por un momento creí ver que su cabeza se movió― previa reparación de techo, la cañería, ésta, si bien permite pasar el agua, necesita limpieza profunda, la electricidad funciona perfectamente, pase y firmamos los papeles
    Una vez dentro, se puede apreciar en las paredes cuadros de diferentes tamaños. También hay lámparas muy originales, como una que está hecha en madera, con forma de una mazorca. Mientras el abogado sigue explicándome todas las cosas que hay que hacerle a la casa para que esta se vea decente, aproveché un momento en que él no me mira para observar por la ventana al espantapájaros. Desde este lado de la casa puedo ver algunos detalles más, en donde se encuentra su cabeza, sobresalen flecos que parecen mechones de cabellos. Me acerqué a la ventana que daba al campo y observo asombrado el movimiento que hacían cuando una brisa pasaba entre ellos, realmente es cabello lo que tiene. La verdad nunca había visto que a un muñeco le pongan cabellos humanos y otra vez esa impresión de movimiento, tal vez sea por la imagen tétrica que presentaba.
    ―Este es el comedor: amplio, iluminado por la claridad proveniente de una gran ventana—me dice y al notar que yo seguía viendo al espantapájaros, se detuvo―Veo que sigue llamándole la atención el muñeco que pusieron en el sembradío, después lo verá con más detalles, ahora si me permite, le mostraré el resto del inmueble.
    ―La casa es bastante acogedora. En la mayoría de sus paredes, empapeladas de colores opacos, colgaban cuadros antiguos. —pienso mientras el Dr. haciendo gesticulaciones con las manos, me mostraba el resto de los ambientes señalándomelos en forma desinteresada― Los muebles de buena madera, aunque escasos, parecían estar en buenas condiciones, por lo menos eso se podía ver a simple vista, ya que no soy experto en muebles ni mucho menos.
    Sin mucho más para mostrar, el abogado tomó asiento frente a una mesa sobre la cual se encontraba un maletín negro. Lo abrió, sacando de su interior, unos papeles en los cuales podía distinguir, desde donde me encontraba, algunos sellos. Me acerco y veo que son los papeles para firmar, con los cuales se me hacia entrega del inmueble. Los leo y firmo.
    ―Dígale a mi tío que muchas gracias y lo mismo para usted—dije mientras estampaba la última firma.
    ―Por el contrario Sr. Tapia—me responde mientras se preparaba para irse― gracias a usted nos pudimos sacar esta propiedad de encima, ya que como le habrá contado su tío en la misiva no la quería comprar casi nadie,
    Mientras lo veo acomodarse la ropa y agarrar el maletín, mirando el camino que da a la tranquera,  me quedo pensando en esa última frase, que sinceramente me dejó desconcertado.
    ― ¿Cómo que casi nadie?― le digo con voz subida de tono― en la carta comentaba que nadie absolutamente nadie la quería comprar, ¿ahora usted dice casi nadie?, o sea que la casa tubo dueño después de lo sucedido.
    En ese momento, me mira como si yo hubiera hecho algo que no debía, después como yo no bajaba la mirada, desvío la suya y se quedo mirando la nada. Apoya el maletín en la mesa, mira la hora en su reloj, se sienta y me invita a hacer lo mismo.
    ―Mire Sr. Tapia―me dice con tono serio― lo que voy a contarle en este momento, nunca, pero nunca se lo diga a su tío, por que no estoy autorizado a contarle nada acerca de la granja, pero al ver que usted no es una mala persona y es pariente del Sr. Sebastián, creo que debería saber la historia de este lugar.
    Mientras me comenta eso, su rostro palideció, pero sea lo que fuera que me iba a contar, me parece tarde para arrepentirme por que ya firme los papeles.
    ― ¿Tan grave es lo que me tiene que contar?—solo atino a decir.
    ―Hace unos meses la granja fue adquirida por una familia. Se llamaban los Mendoza, la conformaban: el Sr. Augusto, su mujer Sara y sus hijos Miguel y Marcos—mientras me cuenta, sus ojos miraban por la ventana, sin un punto especifico― Vivieron durante bastante tiempo. Luego, cosas raras comenzaron a suceder: al principio, la mascota, un ovejero alemán comenzó a ladrar a las paredes, la familia no le dio importancia, un día la llamaron para darle de comer y al notar que no venía, la buscaron, pero era como si hubiera desaparecido, nunca más la volvieron a ver, más tarde, algunos miembros de la familia dijeron ver cosas, sombras, objetos que se movían de un lugar a otro. Después de eso, todo fue calma para los Mendoza. Hasta que un día, sucedió lo peor. Desaparecieron todos, el padre, la madre, los hijos. La policía, realizo un gran búsqueda, rastrillaron cada granja cercan y nada, preguntaron a los vecinos y ni siquiera los conocían, al pasar un determinado tiempo, dejaron de buscarlos.
    —Tal vez, simplemente se fueron al sentirse incomodo en el lugar, ¿no le parece?—solo atiné a decir esa estupidez. Después de oír semejante situación.
    Sin mencionar palabra alguna a mi comentario. El abogado se levantó, cerró su maletín mirando la hora en su reloj de muñeca, me dio la mano y se despidió. Mientras lo veo alejarse noto que no dejaba de mirar a espantapájaros como esperando algo de esa cosa. Sus pasos apresurados marcaban más su problema en la pierna. Me quedo mirando como su auto, al acelerar levanta una polvareda formando una nube marrón muy densa detrás de él y seguramente dejando marcada las llantas.
    Mientras miro solamente una leve polvareda y a lo lejos, el auto del abogado desaparecía por el camino pedregoso, saco mi celular y llamo a varios amigos para que vengan a conocer la casa y de paso si da, organizar algo divertido.
    Al caer la tarde. Luego de varias horas de dura limpieza dejando más o menos en condiciones la casa. Encuentro un diario personal. Por lo que manifiesta la tapa, era de Marcos, uno de los chicos de la familia Mendoza. Lo hojee  y al parecer estaba muy disconforme con la llegada a ese lugar, mucho frío de noche, mucho calor de día, no hay cable, ni jueguitos, cosas que un muchacho según él lo utiliza como cosas prioritarias en cualquier lugar. Después de un rato de leerlo comencé a bostezar, decidí pasar las hojas rápido para saber cuanto había escrito el muchacho para después dejarlo cuando lo estaba por dejar donde lo encontré. La última hoja escrita llama mi atención, pudiendo ver la mención de la frase “está vivo” varias veces, como también la palabra “vivo” remarcado, la escritura por momentos, perdía fuerza incluso no respetaba los renglones, pareciera como si el pulso del muchacho temblara.
    Hace 3 meses que estamos en esta puta casa—relata Marcos— hace cuatro noches algo se llevó a mi madre y a mi hermano, ambos estaban en el cuarto de herramientas. Cerca de las 02:30hs. Escuché un grito que vino de afuera que me hizo saltar de la cama, me acerqué a la ventana y pude ver que algo se movía en el cuarto de herramientas. Corrí a la habitación de mi padre para avisarle Anoche mi padre desapareció. Fue, pero solo encontré sangre en toda la cama, el piso, el techo, ventana y todo el lugar estaba desordenado, como si mi padre hubiera luchado contra alguien o… algo antes de desaparecer. Durante los días en los que estábamos solos. El, escopeta en mano casi no dormía, se pasaba las noches enteras frente a la ventana, miraba el sembradío, la verdad no se que lo perturbaba.
    Tal vez nadie llegue a creerme—relata Marcos y su escritura comenzaba a ser ilegible— lo que voy a escribir a continuación es verdad. No me importa si después me señalan por la calle y me llaman loco, no me importa por dos razones: primero por que no creo que me vean más, se que este es mi último día vivo; segundo por que después de lo que pasé, las muertes y la cantidad de sangre que vi. Todos se pueden ir a la mierda, lo que quiero decir es que el está vivo, lo que está afuera está vivo y doy por seguro que esta noche me…
    El escrito termina ahí, acerco el libro a mis ojos y noto que la hoja estaba manchada de un color marrón oscuro, no quiero pensar que como la hoja es vieja sea sangre la mancha. 
    — ¿Que diablos está vivo?—susurro— ¿de que hablaba el chico?—empiezo a hojear buscando alguna otra anotación, pero las demás hojas están en blanco.
    Mientras pienso lo leído en el diario con el corazón acelerado, suena la campana de entrada. Son mis amigos que llegaban a visitar la casa. Los saludo desde la ventana y los invito a pasar, con la idea de ver si nos podríamos divertir un poco.
    Me asomo a la puerta y veo que bajan Esteban y Héctor, 2 amigos del barrio, con sus respectivas novias, más una amiga que no se quien era, después de leer el diario, pienso si era una buena idea el llamarlos.
    —Hola Marcelito, ¿Cómo estas?, que suerte la tuya—Me grita Héctor, mientras camina por el sendero que termina en la puerta de entrada.
    —Hola Marcelo— dice Esteban, levantando la mano derecha saludando— gracias por acordarte de tus amigos.
    —Buenas tardes muchachos, gracias a ustedes por aceptar la invitación—les digo.
    En ese momento me parece ver de reojo, que la cabeza del espantapájaros se había movido. Por un segundo deje de saludar y me quedé observándolo. Mis amigos, hicieron hincapié en mi actitud.
    —Lindo muñeco el que tenés en el campo, Che —Dice Héctor parado en el medio del camino, observando al muñeco con malas intenciones— ¿de que basurero lo sacaste?
    —Ya estaba acá cuando llegué, pero una cosa es cierto: es feísimo—le grito mientras me acerco para examinarlo más de cerca.
    Al estar frente a al muñeco, puedo ver con más detalles esos mechones de cabellos, son de color castaño oscuro. Su cabeza, redonda, rellena de trapos envueltos en una bolsa de arpillera, en el frente tiene dibujado dos puntos negros con forma de ojos, los orificios de la nariz y una raya de lado a lado que sería la boca. Viste una camisa marrón y un saco del mismo color, ambos muy sucios y rotos. Las manos están formadas por dos guantes de cuero crudo rellenos de paja. Lleva puesto unos pantalones viejos con tiradores y para completar el cuadro, en lo que serían los pies, le colocaron unas botas negras.
    —Deja ese muñeco Marcelo—Me dice Esteban, acercándose a mí y señalando a la chica que vino con ellos, me susurra— vení, te voy a presentar a una amiga, se llama Erika, es amiga mi novia, le hablamos de vos y quiere conocerte.
    —Espero que no me causes problemas muñeco de mierda, por que a la primera te prendo fuego—pienso mientras miro a los “ojos” pintados.
    Después de acomodarle el saco al espantapájaros, me doy vuelta y camino hacía donde están todos. Debía darles la bienvenida formalmente.
    — ¡Muchachos!—les digo simulando una gran cortesía—Sean bienvenidos a mi humilde morada, chicos y chicas. Hola Karina, no puedo creer que sigas con el pesado de Héctor, en cambio vos Lorena, siempre dije que Esteban y vos hacían una hermosa pareja, ahora ¿me podrían presentar a la muchacha que los acompaña esta tarde?
    —Hola Marcelo, tanto tiempo—me saluda Lorena, mientras se sacude la ropa, como si estuviera sucia, a pesar de no haber entrado a la casa aún— es amiga mía, le comenté que veníamos a visitarte, le pregunte si querría venir y acepto, se llama Erika.
    Los invitados después de un buen rato de charla Bajaron sus pertenencias del vehículo, entre ellas, algunos pack de cervezas y sándwiches preparados por las chicas y algo más…
    Marcelito, mirá lo que trajeme dice Héctor sacando una bolsita conteniendo hierva, al parecer es marihuanatraje esto para animar la fiesta.
    menos mal que estamos algo aisladospiensode lo contrario lo estaría cagando a pedos.  
    Una vez dentro le mostré a cada uno la habitación donde pasaría la noche, previa observación de cada rincón de la casa. Se sintieron cómodos. Nos pusimos a charlar de varios temas, entre los que pasaron, situaciones tan graciosas como patéticas. La reunión siguió hasta bien entrada la noche, luego uno a uno se fue retirando a su lugar de descanso.
    Siendo la 1 de la madrugada. Sentado en la cama de mi habitación y después de haber encontrado un lugar para mis “huéspedes”, vuelvo a leer el diario de Marcos. Luego de un rato de lectura me tiro en la cama, iluminándome solo con una lámpara. Cierro el libro y reflexiono.
    — El muchacho nombra en varias partes el cuarto de herramientas—piensotal vez debería echarle un vistazo.
    Me levanto y me acerco a la ventana. Según lo escrito seria el que me mostró el abogado, cruzando el maizal a unos diez metros. Por lo que decido ir a verlo por dentro. Agarro una linterna y al salir afuera de la casa, sabiendo que debía cruzar por cerca del muñeco, me persigno y comienzo mi travesía.
    ―No te vayas a mover―susurro alumbrando al muñeco con la linterna.
    Sin sorpresas de ninguna índole, llego al cuarto de herramientas. Entro y era tal como me lo contó el representante legal de mi tío. Busco alguna forma de iluminar pero no veo interruptor alguno por lo que decido seguir con la linterna.
    que abandonado está este lugarsusurro mientras veo que la mayoría de herramientas están oxidadas incluso más que la casa.
    Sigo explorando el cuarto y mis pisadas en un momento suenan algo “huecos”, alumbro el suelo y logro divisar una especie de puerta, me agacho y puedo ver que tiene una manija. Tiro de ella y al abrirse muestra una escalera.
    si ya llegué hasta acá, puedo seguir un poco mássusurro.   
    Aferrado fuerte baje por unos escalones de madera que en cada paso chillan como queriendo quebrarse. Una vez abajo ilumino el lugar con la linterna pudiendo ver una especie de altar.
    que mierda es todo estopienso mientras observo todo lo que me rodea.
    Me acerco al altar, pudiendo verlo con más detalle: está construido en madera muy pesada, cubierto por un mantel de raso negro, hay dos velas del mismo color que el mantel, una en cada punta de la mesa y en el centro un libro de tapa rústica. Lo abro y salvo las primeras páginas, el resto está escrito en una lengua rara.
CONTINUARÁ.
SI LA HISTORIA TE ENGANCHÓ Y QUERES SABER COMO TERMINA PEDIMELO POR twitter @historiasdeaca
    

miércoles, 16 de febrero de 2011

DEDICADO A LOS CHICOS

Esta historia es un "bocadillo", mientras preparo el cuento del cazador de nuestra tierra.
    En esta ocasion, les presento una historia que puede ser fictisia o no, acerca de una aventura, que nos traen Ezequiel y sus amigos, en la busqueda de un tesoro, espero que les agrade y no se olviden de comentar.

TORTA, TESORO Y UNA AMISTAD ESPECIAL


    --Después de esperar durante todo un año, por fin llego el día, y espero que esta vez, obtenga lo que tanto añoro, seguro que los muchachos van a venir en un rato, ojalá mi abuelo estuviera conmigo, aunque según mi viejo, el va a estar presente, no se como va a estar, si se fue hace 6 meses—pensaba tirado en la cama, con una emoción pocas veces dada por mi.
    --Ezequiel ¡!!a levantarse, son las 9 de la mañana y el sol esta arriba¡¡--me grita mamá y por el tono, al parecer no es el primer grito que me lanza, siempre el primero lo hace desde la cocina, a medida que su paciencia se acerca al limite los gritos los hace cada vez mas cerca de mi habitación y este lo hizo pegado a la puerta.
    Me hice el dormido y la espié por debajo de las sabanas y pude ver que su gesto era de poca, perdón de muy poca paciencia, por lo tanto me destapé y asenté con la cabeza, haciéndole cambiar el gesto como por arte de magia, es más, se me acerco con una sonrisa de oreja a oreja.
    --buen día corazón y feliz cumpleaños—me susurro después de darme un beso en la frente y cuando creí que hasta ahí llegaba el saludo, me empezó a tirar de la oreja derecha al mismo tiempo que contaba.
    --1,2,3,4,5,6,7,8,9 y 10 (diezzzzzzzzz), listo, ahora si, a levantarse—termino diciendo, se dio vuelta y se fue, susurrando algo, como que se le quemaban las tostadas o algo así.
    Después de ese momento al estilo mamá, decidí levantarme y me camine al baño a descargar y de paso a lavarme los dientes, esto segundo lo haría depende como los vea en el espejo.
    --hola muchachote ¿Cómo estas? Ya sos todo un hombre jajajajaja—me digo a mi mismo, en cuanto mi imagen se refleja en el espejo del baño, luego empiezo a hacer toda clase de gestos, saco músculos y demás pavadas, hasta que me decido a lavarme la cara y tratar de peinarme, eso si era una misión imposible.
    --Ezequiel, ¿vas a estar todo el día en el baño?—gritó mi viejo, al querer entrar, casi dormido, luego de golpearse la nariz con la puerta.
    --Buen día señor, venimos a ver a Ezequiel—le dijo uno de mis amigos
    --Buenos días muchachos, me alegro de verlos, así me ayudan a que Eze, salga mas rápido del baño que de costumbre—respondió mi viejo.  
    --Eze, llegaron los muchachos, espero te hayas levantado muchachito—otra vez mi vieja, por suerte estaba listo. . . .o casi.
    --Hola chicos, ¿Cómo están?—les dije abriendo la puerta del baño, en ese momento, mi viejo entró como un loco, empujando tanto a los muchachos, como a mi.
    Como todos los años desde el jardín de infantes, mis amigos son, el intelectual Hugo, el muy bien parecido (según él, claro) Federico y Nicolás, un muchacho, que si no fuera por que nos criamos prácticamente juntos, debido a que su madre trabajaba muchas horas, él se quedaba en casa, así con el tiempo nos fuimos conociendo y terminamos siendo amigos, pero la verdad es un poco despelotado, tanto en lo personal ya que parece que se le va a caer el pantalón en todo momento, como en lo que se refiere a la organización de los estudios, pero en fin, a los amigos uno no los elige, así decía mi abuelo.
    --Che Eze, nos dijo tu vieja que a partir de las 5 empieza el cumple, espero que esta vez sea mas divertido que a del año pasado—me dijo Nicolás, mientras se acomodaba los pantalones.
    --Si, sobre todo no hubo minitas, eso nunca debe faltar en un cumple—agregó Fede, siempre pensando en levantes.
    --Para mi, lo importante es que pueda charlar de cosas variadas, por que a las chicas les gusta que uno tenga conversación—Dijo Hugo mirando de reojo a Federico, quien enseguida se dio cuenta que esa indirecta le caía encima.
    --No se, pero lo que si se, es que a las chicas, no les gustan los que se peinan para un costado, como si le hubieran puesto moco en el pelo—remató Federico.
    --Bueno, bueno, córtenla los dos, parecen dos boludos, siempre lo mismo, discuten y al final, cuando llega el momento de acercase a las chicas, se quedan quietos, pegados a la pared y mirándose las zapatillas—dije con voz decidida, a la vez que me rascaba la cabeza.
    --el empezó—dijo Federico.
    --vos empezaste boludo—respondió Hugo.
    --cortémosla ahí, hoy es el cumple de Ezequiel y hay que pasarla bien—dijo Nicolás, metiéndose entre medio de los dos, como si fuera un arbitro en una lucha libre.
    Después de esa incomoda situación, pasamos todos a mi habitación, debo aclarar que no soy el “señor limpieza” ni el “todo en su lugar”, pero como mi vieja no suele entrar seguido, mucho no se da cuenta, además mientras yo sepa donde están las cosas básicas para mi “subsistencia”, alcanza, tales como zapatillas, medias (limpias o no), remeras (limpias o no) y sobre todo mis viejos, rotosos y queridos jeans negros.
    --Che Eze, que lastima que tu abuelo no va a estar en este cumple—susurro Hugo, mientras jugaba con unas cartas, que encontró tiradas sobre mi escritorio.
    --Es cierto, tu abuelo era muy copado Eze—Agrego Federico.
    --recuerdo que el cumple pasado se disfrazo de payaso, no le salía un solo animal con los globos, pero la pasamos re-bien igual—dijo Nicolás con la voz y los ojos nostálgicos.
    --lo voy a echar de menos, pero bueno—solo eso se me ocurrió decir, mientras pensaba los días de pesca, que nunca pescamos nada, pero la pasábamos genial.
    --Eze, teléfono, es Martín—gritaba mi vieja desde el comedor.
    --Ni se te ocurra invitarlo, acordate lo que nos hizo durante todo el año—me dijo Hugo en forma amenazante.
    --Corrección, lo que te hizo, por que si mal no recuerdo, siempre busca al nerd de nuestro grupo—agregó Federico.
    --basta—les dije y atendí el teléfono—Hola ¿Martín? ¿Cómo estás?—dije con voz de pocos amigos.
    --Ezequiel, todo bien ¿y vos?, me enteré que hay cumple ¿a que hora empieza?—respondió del otro lado.
    --a las 5 pero. . . .—atine a decir
    --OK a las 5 estoy ahí—respondió e inmediatamente corto la comunicación.
    --Otra vez te gano de mano, pero que sos boludo—me dijo susurrando Nicolás, ya que no podia decirmelo en voz alta, por mi madre, que estaba a pocos pasos de nosotros.
     --¿Qué querías que hiciera, si me dijo que venia y corto?, bueno que venga, cualquier cosa, le digo que se vaya y listo—respondí también en forma de susurro.
    Al oírme decir eso, los muchachos se miraron como si les hubiera dicho una mentira, completamente incrédulos, estaba en una situación un poco incomoda, necesitaba decir o que pasara algo para aflojar la tensión del momento.
    --Eze a desayunar, ¿tus amigos también querrán?—fueron las palabras salvadoras, como siempre, tenían que venir de mi vieja.
    Casi de inmediato, mi vieja recibió toda clase de halagos, de parte de los muchachos, todo, por una simple taza de café con leche, pan y manteca, nos sentamos y desayunamos en paz, mientras lo hacíamos, me vino a la mente Antonio, el más tímido de todos mis amigos, sabia que si no lo invitaba en persona, no vendría.
    --chicos, escuchen, tengo que invitar a Antonio—les dije pero al parecer el desayuno podia más.
    --Oigan, chicos—les dije, esta vez en voz alta, a la vez que golpeaba la cuchara contra la mesa.
    --qge, phgafa—decía Nicolás con la boca lleno de pan, no se le entendía nada, por lo que lo miré de tal manera, que tragó todo lo que tenia en la boca, con un solo esfuerzo.
    --Perdón, quise dije ¿Qué pasa?—dijo Nicolás, con la boca vacía, ya que los demás seguían dándole al diente.
    --Que tengo que invitar a Antonio—le respondí
    --uuuhhhh, nooo, a ese no, es re bobo, Eze—decía Federico, escupiendo migas de pan para todos lados, con cada palabra que pronunciaba.
    --UUhhhh, ¿Por qué a ese?, es re-opa, no juega, no se ríe, no nada, se queda parado, al lado del portón, es muy extraño—agregó Hugo.
    --Dale decí algo, solo faltas vos—le dije a Nicolás.
    --No es gracioso, pero es tu cumple, si lo invitas, aguántatela después—dijo y siguió dándole al pan con manteca.
    --Lo se, tiene una muy particular forma de hacer amistad, pero es mi amigo y lo voy a invitar igual—sentencié. Observando que los demás hicieron un gesto de afirmación, di por terminado el tema.
    --Cambiando de tema, la torta, ¿Quién la va a hacer?—me dijo Nico.
    --Seguro la mamá ¿Por qué?—le respondió Hugo
    --Ya se por que, ni me lo recuerden, el año pasado le salió toda quemada y para que no se notara, la cubrió completamente, con crema “pastelera”, fue la peor torta de mi corta existencia—le dije.
    --jajajajaja—todos rieron al mismo tiempo, al verlos, comprendí que no era importante para ellos ese detalle de la torta y los acompañe en las carcajadas.
    Luego de desayunar, nos dirigíamos a la puerta cuando escuché que me llamaban.
    --Eze, después me gustaría hablar con vos—me dijo mi viejo.
    --Si pa, no hay problema—le respondí y mientras me dirigía a la salida le avise a mi vieja que me iba
    —Ma, me voy con los chicos a la casa de Antonio, enseguida vuelvo—
    --Está bien, cuidado con el perro de don Anselmo—me respondió desde la cocina, haciendo la torta imagino.
    Mientras nos dirigíamos a la casa de mi amigo, agarré una varilla que se encontraba tirada entre las ramas de una poda, la agité a modo de espada y comencé a golpear las rejas de las casas vecinas, mientras lo hacía me quede pensando, por un momento, en lo que me dijo mi viejo, el no es de hablar mucho, pero así y todo es muy comunicativo, se que suena raro lo que digo, me refiero a que sus gestos son muy expresivos, como cuando le use la caña de pescar para atar un hueso y joder al perro de al lado, me quede dormido y el pulgoso, agarro el hueso y se llevo toda la tanza, hasta arrancar el riel, mi vieja me cago a pedos, pero mas sentí la mirada de mi viejo, supe que no aprobada para nada lo que hice, después, solo me dijo “que no se vuelva a repetir”, y así fue, hoy el perro sigue mordiendo ese hueso y yo, solo lo miro desde arriba del techo de casa, este pensamiento me distrajo de tal manera que pegue un salto al escuchar el ladrido amenazante de Cachilo, el perro de don Anselmo, que trataba de agarrarme la remera de entre las rejas.
    --Perro loco, acaso ¿tengo cara de churrasco?—le grité al mismo tiempo que miraba como los chicos se destornillaban de risa.
    Una vez en la casa de Antonio, tocamos el timbre de entrada. Nos atendió la madre, preguntamos por él, pero nos dijo que estaba enfermo y con un poco de fiebre, que no sabía si podría venir, pero que le gustaría estar conmigo, en este día tan especial para mí. Al principio me dio pena escuchar lo de la fiebre, no así a mis acompañantes, que festejaron disimuladamente el que el “bobo”, no pudiera venir. Pero después me dejó pensando lo último.
    --Que lastima que Antonio no pueda estar, pero cuando termine la fiesta, le voy a llevar un trozo de torta—pensaba, mientras emprendíamos el regreso.
    Estando ya en casa, mi vieja ya tenia colocados algún que otro globo, me pareció medio de “pendejo” eso, pero no puedo negar que se veían piolas, además eligió los de mi equipo, Vélez Sarsfield, al igual que el mantel, también con una “V” dibujada en el medio, mientras admiraba esos detalles, mi panza me anuncio que se estaba acercando la hora de almuerzo, me dirigí a la cocina, dejando a los chicos tomando jugo en la mesa de afuera, abro la heladera y para mi sorpresa, no había nada preparado, solo jugo, gaseosas y un vino de los que tomaba el abuelo.
    --ma ¿Qué hay para comer? Los chicos y yo tenemos hambre—le dije a mi vieja, viéndola parada como estatua frente a la cocina—
    --ma ¿Qué haces parada ahí?—le pregunte acercándome y parándome a su lado.
    --no se me va a quemar,. . .  no se me va a quemar,. . . no se me va a quemar—decía una y otra vez.
    --pero ma. . .—dije, cuando de un solo movimiento, abrió la puerta del horno y saco de su interior una torta inmensa, la tocó y asintió con la cabeza, estaba lista.
    Después de eso, observaba como la decoraba, estaba fabulosa, esponjosa y tentadora, espere impaciente a que mi vieja se vaya, tenia que probarla, además, era para mi, por mi cumpleaños, después de esperar todo el año, merezco ser el primero en probarla, esta y otras frases de auto aprobación, me venían a la mente, solo para hacerme creer a mi mismo, que lo que tenia en mente, estaba bien.
    --vamos Ezequiel, solo tenes que estirar la mano y tocarla, acariciarla, es una probadita nada mas—me decía a mi mismo, mientras estiraba la mano.  
    --no seas cagon Eze, mirá así—me interrumpió Nicolás, estirando la mano y pasando, no uno sino 3 dedos, por la torta recién hecha, para luego lamerlos como si fuera la cosa mas deliciosa del planeta, seguro lo era.
    Luego de cometer semejante delito, lo vi como se iba muy alegremente, pero lo que me molesto no fue que lo hiciera sino que ese delito debía ser mío, era mi torta, yo quería probarla primero, ahora que ya pasó, me quede sin pobrarla primero, sin esa sensación de saber antes que nadie, que lo que van a probar es una delicia, en cambio ahora no tengo nada.
    --!!!!Ezequiel¡¡¡¡ ¿Qué hiciste???—me gritó mi vieja y supe en ese momento que si tengo algo, una regia cagada a pedos siendo inocente.
    Como sabia que explicar mi inocencia seria completamente inútil, decidí unirme con los chicos, a pasar el tiempo con la consola.
    Mientras jugaba, tenía en mi mente lo que me hizo Nicolás, aunque con el correr de las horas y los niveles del propio juego, se me fue pasando, para cuando nos llamo mi vieja, avisándonos que los invitados estaban llegando, éramos amigos de nuevo.
    --psss..... Eze—me susurro mi viejo, sentado en una de las cabeceras de la mesa.
    Me acerque, por que era la segunda vez que me llamó en todo el día, sobre la mesa, rodeado por sus brazos, había una caja de madera muy antigua y sobre ella un sobre.
    --¿me llamaste ?—le dije acercándome.
    --si, quería charlar un momento con vos, aprovechando que tus amigos están entretenidos—me dijo mirando cada tanto lo que tenia enfrente.
    --¿Qué es lo que tenes ahí pa?—le pregunté, como queriendo saber si el tema del que me quería charlar, se trataría de lo que estaba dentro de esa caja.
    --si, es por esto, vení sentate—me dijo, mirando la caja al mismo tiempo que me ofrecía la silla que estaba mas cerca de él, la agarré y me senté con mucha curiosidad.
    --se que extrañas al abuelo, varias veces, cuando pasábamos por tu habitación, tanto mamá como yo, te escuchamos nombrarlo mientras dormías.
    --el abuelo. . .era como. . . mas que un abuelo para mí, nos entendíamos muy bien, sobre todo cuando me contaba sus aventuras de la guerra.
    --El disfrutaba de tu compañía, es más, cuando estabas en la escuela, decía que te iba ayudar con la tarea, pero siempre se quedaba dormido en el sillón—me contaba, con los ojos rojos y lleno de lágrimas.
    --Hacia mucho tiempo, que no veía una lágrima en la mejilla de mi viejo—pensaba mientras lo observaba.
    --En fin, antes de irse al cielo, el abuelo me dejó esta caja para vos, me dijo que no te la diera, sino hasta el día de tu cumple, o sea hoy, nunca lo abrí, también te dejó este sobre, tomá, son todos tuyos—me explicó, acercándome la caja.
    --¿te dijo algo mas? ¿Algo, sobre lo que hay en la caja pa?—le pregunté intrigado.
    --solo que te ayudaría, nada mas, bueno voy a ayudar a tu madre con la comida—me termino diciendo.
    --Faaa, que buena caja, parece antigua, ¿de donde la sacaste Eze?—escuche decir a Hugo asomando la cabeza entre mi viejo y yo.
    --dale abrila, así sabemos que hay tiene adentro—dijo Federico, golpeándola como si esperara una respuesta desde adentro de la caja.
    --¿queres que la abra yo?—agregó Nicolás.
    --paren chicos, quiero leer la carta primero—les respondí y agregué—parece que tiene algo mas además de la carta este sobre—dije, poniendo el sobre delante de la luz del sol.
    A pesar de ser mi cumple, momento que espere durante todo un año, en este momento, decidí darle mas atención a la carta que me dejo el abuelo.
    --Hola Eze, si tu viejo cumplió con lo que me dijo, esta carta te llegó justo el día mas importante del año, tu cumpleaños, ante todo, te pido perdón por no estar con vos, se que íbamos a hacer muchas cosas juntos, como ir de pesca. . . otra vez, pero esta vez, nos habíamos prometido, traer algo mas que picaduras de mosquitos, bueno, se como te sentís y no lo digo como una frase hecha, cuando vos naciste, la abuela no estaba a mi lado, eso me pego duro, pero lo superé, por que sabia que ella te veía crecer a través de mis ojos, y ahora todo lo que vas a hacer, lo veo a través de los tuyos. Como vez te dejé dos cosas, las cuales no son nada una sin la otra, la primera una caja, contiene algo muy importante y la segunda esta carta y una llave para la caja, en el interior de la caja hay un mapa que tiene una marca, una cruz y esa marca indica la ubicación de un tesoro que guarde para vos, buscalo,  encontralo y usalo cuando creas que todo está perdido, te mando un beso grande y cuidate.
 Te quiere para siempre
   Tu abuelo.
   --Gracias abuelo, te prometo que lo voy a encontrar, vas a verlo desde arriba—susurre mirando al cielo.
    --chicos, ¡!!!Oigan chicosss¡¡¡ vengan--les grite, ansioso por empezar la búsqueda.
    Una vez reunidos, les conté lo escrito en la carta, la leyeron y cuando terminaros, les dije que necesitaría la ayuda de todos, para poder encontrar el tesoro escondido por mi abuelo, a los que todos se anotaron, no solo por que apreciaban a mi abuelo, sino por que el cumple se puso pesado por la pobre imitación de payaso que realizaba mi viejo, en fin.
    --según el mapa, el tesoro está en un viejo edificio que está a 12 cuadras de acá, podemos ir en bicicleta, llegaríamos en 10 o 15 minutos—les dije señalando en el mapa la ruta a seguir.
    --Eze, conozco un atajo, pero. . . . Hay que pasar por la casa de don Anselmo—me dijo Federico.
    --casi todos los días pasamos por la casa de don Anselmo—le respondí con todo de burla.
    --Tenemos que pasar por la casa de don Anselmo, no por la vereda de la casa, por que el fondo de la casa del loco, da a un baldío y en ese baldío hay un camino que va directo al lugar donde indica el mapa—me explico usando su dedo índice como señalador en el mapa.
    --chicos si se quieren quedar, quédense, pero yo, voy a buscar el tesoro—les dije cerrando el mapa y guardándolo en el bolsillo del pantalón.
    --No te vamos a dejar ir solo, o vamos todos o no va nadie, además, si vamos por la casa del loco, no podemos llevar las bicicletas—me dijo Nicolás, levantándose nuevamente los pantalones.
    Y fue así, como 4 amigos, emprendimos el viaje, en busca de una aventura, más que de un tesoro, salimos juntos, caminamos varias cuadras hasta llegar a lo de don Anselmo, notamos que su perro estaba durmiendo, era sabido, que no debíamos hacer ningún tipo de ruido, de lo contrario el can, nos comería vivos, como ya nos advirtió el dueño la ultima vez que lo hicimos a enojar.
    --chicos, nunca le preste atención a ese perro, pero ahora que lo veo de cerca, parece un león de grande—comentó Hugo, viendo desde la reja, como cachilo, dormido, mordía un hueso, tal vez por un sueño que estaba teniendo.
    --Si, tenes razón Eze, pasar por ahí es una locura—agregó Federico
    --Vamos no sean cagones, déjenme ver—dijo Nicolás haciéndose paso entre Hugo y Federico, con aire de súper héroe, hasta que apoyo su cara en la reja y dijo—Glup. . . .Es enorme Ezequiel—termino diciendo a la vez que hacia un gesto con las manos.
  Al escuchar la opinión de todos, me puse a ver todo lo que rodeaba la casa de don Anselmo, tenía que haber una forma de pasar al otro lado, me puse a caminar por la vereda de un lado al otro, hasta que al ver el muro que dividía las dos casas, se me ocurrió una idea.
    --chicos, vamos a subir por el muro, total es ancho, no es muy alto y lo mejor de todo es que vamos a pasar lejos de Cachilo—les dije, señalando al perro que seguía durmiendo como tronco.
    --yo voy primero, después Federico, después Nicolás y por ultimo Hugo—les dije.  
    Tal como los nombré, así fuimos pasando, fui el primero en avanzar, tenia miedo, no lo niego, a cada paso, mis ojos se fijaban en el perro, al ver todo calmado seguí hasta llegar al otro lado, fue el turno de Federico, recorrió el muro de tal manera que pareciera que lo hubiera hecho antes, lo que se dice un capo en esas cosas, luego, siguió Nicolás, en cuanto subió al muro, no le quito los ojos de encima al perro, tan así que casi da un paso al aire.
    --No boludo, te vas a caer—le susurré casi en voz alta, tratando de no gritar de lo contrario, el perro despertaría de su siesta.
    --Me caigo mamá, me caigo mamá, me caigo mamá—susurraba, mientras movía los brazos, como un pájaro que quiere tomar vuelo, hasta que logro quedarse quieto, respiró hondo y con la vista fija en el muro, pudo recorrer los 30 centímetros que le faltaban.
   Después de ese mal momento y viendo que Cachilo, no se percató en lo mas mínimo, llegó el turno de Hugo, de cuatro pies, aferrado al muro y cada dos o tres pasos se paraba y se secaba el sudor de la frente o se quedaba observando al perro, faltando poco para terminar, se apuró, apoyando mal una de las rodillas, perdiendo el equilibrio de tal manera que quedo agarrado del borde del muro.
    --mamaaaaaaaa, ¡!!!!!!Me caigo y me come el perrroooooo¡¡¡¡¡--grito desesperado, despertando no solo al perro sino al dueño y seguro a todo el barrio.
    Nos acercamos Nicolás y yo, a ayudarlo, lo agarramos de donde podíamos, pelo ropa, pantalón y para peor, no nos dimos cuenta que éramos tres quienes queríamos agarrar a Hugo, ya que se sumo el perro, que para entonces, saltaba pegado al muro, tratando de agarrar de la pierna a nuestro amigo.
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