lunes, 10 de octubre de 2011

EL NIDO

Buenas tardes gente, acá volví después de un tiempo en el que me dediqué a otros temas. En esta oportunidad, les traigo una historia muy terrorifica. Un muchacho que debe trabajar para ayudar a su familia, consigue trabajo en una mina, y lo que deberia ser un día de trabajo como tantos, termina siendo una carnicería... Espero lo disfruten.

    Todos los días a la misma hora, todos los días respirar ese aire viciado, menos mal que hoy finaliza el mes y me dijeron que al final de la jornada vienen a pagarnos, después de todo son unas horas más y recibo la paga que según me dijeron era muy buena. Si no fuera por eso, le haría caso a las ansias de volverme a casa que me viene cada tantos kilómetros y me bajaría del camión que nos lleva como todos los días a ese antro, ver como sube la ladera, me da algo de vértigo, mis  compañeros, todos mayores que yo, bromeaban entre ellos, contrastando estaba yo, sintiéndome obligado a ir.

    ― Bueno muchachos, llegamos, abajo que hay mucho trabajo ―nos dijo el capataz― tengan cuidado cuando entren, hay derrumbes en algunos sectores, debido a que la cueva es vieja, igualmente todavía sale mineral valioso de sus entrañas
    Entrando a la cueva, me encontré con un panorama tétrico, el suelo estaba lleno de herramientas oxidadas y otra vez ese aire vicioso, debido a que era muy intenso, me puse un pañuelo cubriendo mi nariz y boca y seguí avanzando.

    ―Che pendejo ¿te afecta el aire? ―me dijo Hugo uno de mis compañeros, dándome una palmada en la espalda― vamos, se hombre, solo son 12 horas y después nos vamos.

    Luego de recibir esas palabras de ánimo por parte de un compañero pensé que algo de verdad había en sus palabras, solo eran algunas horas y después si, volver a casa. Tomé mis herramientas y me dirigí al centro de la cueva. A medida que avanzaba, sentía que el aire era casi irrespirable, sabía que esa sensación desaparecería con el correr de los minutos, por lo que me dispuse a trabajar y así alejar de mi mente esa pesadez, levante la vista y pude ver como trabajaban los muchachos, por lo tanto empecé a hacer lo mismo, agarré el pico y para evitar bromas de los demás di el primer golpe con todas mis fuerzas, como quien da el puntapié inicial queriendo dar la impresión que el trabajo no era demasiado rudo para mí.
    Trabajamos durante varias horas, tome un descanso junto a los demás, miré el reloj que estaba clavado en una de las columnas de madera y vi que faltaba poco para irnos, motivo que me incentivó mover las mano, me concentré de tal manera en terminar rápido y si no fuera por que la cueva se estaba convirtiendo en un lugar más oscuro de lo que fue horas atrás,  no me hubiera percatado que la noche empezó a caer, busque alguna de las lámparas para poner un poco de claridad y cuando lo hice, pude notar otra cosa, los muchachos no hacían bromas con el ímpetu de cuando empezamos a excavar. 

    ―Que silencio, los muchachos ya no joden como cuando entramos ―susurraba, a la vez que rompía la pared de la cueva, con el pico― ¿será que al final, la cueva y el trabajo les saco el humor?
 
    Dejando por un momento la ausencia de los muchachos, pensando que no me debería preocuparme por ellos, ya que eran personas más experimentadas que yo, en esto de caminar por las cuevas con poca luz, volviendo a mi trabajo esta vez en una de las paredes. 

    ― ¿que mierda es esto?―dije al ver que lo que estaba golpeando no era roca, ya que el sonido era metálico.
    Seguí escarbando, haciendo caer pedazos de piedras,  intentando descubrir lo que estaba en esa pared, comencé a golpear fuerte con el pico, también raspé una y otra vez, hasta que al final pude ver lo que era, un tacho de 200 litros, incrustado en la roca, completamente oxidado, detalle que me indicaba que al parecer fue enterrado hacia bastante tiempo, su color y las letras ya no se notaban, lo golpee y el sonido indicaba que estaba vacío.

    ―¡¡muchachos miren lo que encontré!!―les dije en voz alta, al mismo tiempo que raspaba el tacho con la parte de punta del pico.

    Me quedé esperando la respuesta de alguno de los que entraron conmigo a trabajar, pero solo hubo silencio. Agarré una lámpara y me dirigí hacia donde estarían, seguramente, estaban muy ocupados y con el ruido de sus herramientas, no me habrían escuchado. Caminaba por una suerte de pasillo cubierto prácticamente en su totalidad por una penumbra tétrica, la oscuridad iba adueñándose del lugar y los faroles casi no iluminaban. Concentrado en encontrarlos, mi pie golpea un objeto y su sonido metálico llama mi atención, acerco la luz y veo que es otro tacho, muy similar al que encontré en la pared, con la diferencia que este estaba partido al medio, en ese momento me di cuenta que lo que les iba a decir no seria ninguna novedad, dejo el recipiente, sigo avanzando unos metros más y veo aliviado a uno de los muchachos.

    ―oigan muchachos ¿no saben lo que encontré allá adelante'?—le dije a Hugo, el mas grande de todos quien estaba parado mirándome fijo.

    Al verlo, me acerqué algo distendido sabiendo que no todos se habían ido, pero él en un momento movió su cabeza indicándome que no avanzara, entonces me quede parado, lo mire fijamente, tenía el cuerpo pegado a la pared, su rostro bañado en sudor presentaba una terrible palidez, y sus ojos me señalaron a su derecha, caminé unos pasos, me acerqué muy despacio y miré.
 
    —!!Carajo¡¡—Susurré y mis rostro se lleno de espanto...

SI LA HISTORIAS HASTA ACÁ TE ENGANCHÓ, PEDIME POR twitter EL FINAL @historiasdeaca   

1 comentario:

  1. Muy bueno... mi enhorabuena desde España.

    Jose Antonio Rodríguez Salas
    Alcalde de Jun

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